El escritor que no sentía amor por los libros

En la línea de desenroscar un poquito mi alma y sacarle punta a mi ego, voy a confesaros una cosa: no me importaría hacer una hoguera con “El perfume“, “Mujeres” o “Muero por dentro” para calentarme las manos en invierno, y eso que son algunos de mis libros favoritos. No, no siento amor por los libros.

A estas alturas del artículo ya estaré perdiendo a un tercio de mis lectores, pero voy a seguir adelante, aún a riesgo de que me manden la policía literaria a casa para raparme las pestañas.

Sí, no siento gustito por el olor del papel. Ni por el tacto de las páginas al pasarlas, de hecho guardo todavía ese mal rollo de cortarme la piel de la mano que va del índice, al pulgar. De pequeño un folio de la mesa de mi padre me dejó ese trauma. Recuerdo la sangre y el dolor punzante. Mi padre amaba los libros, y tenía la casa, literalmente forrada de ellos. Recuerdo eso, la música de Chopin y el humo del tabaco ocultando la luz de la bombilla del techo.

amor por los libros

Durante una época cultivé ese amor por el objeto, en forma de cómic o de libro, del formato que fuera, incluso enciclopédico. Colores, colecciones, temas o autores. Podía jugar con ellos mientras se iban apilando y comiéndose el espacio de mi casa en miniatura. Jugaba a terminar colecciones (ultramar, todavía me quedan dos!!!), o cagarme en la madre del editor cuando decidían cambiar el tamaño en mitad de la colección y no cuadrarme en el estante con una simetría kubrikiana. Malditas ediciones B. Luego vino una mudanza. Luego más estanterías y más libros. Los tacos en la pared, y mas disgustos por que no quedaban bien alineadas. Las estanterías, como enredaderas muertas, rellenaban cada hueco de la pared. Los libros se dejaban ir, lánguidos, dispersos bajo la cama, encima de los armarios, dentro de los cajones, en la cocina, en el baño, haciendo tope con el techo…

Primero fueron los cómics. Muriendo en el cubo de la basura, bajo la intemperie. Un genocidio que espantará a muchos. Todavía hay un rescoldo en mi corazón que quiere pensar que algunos de ellos fueron rescatados por un adolescente sin remilgos, como yo lo fui, buscador de tesoros en basuras ajenas, lleno de amor por los libros. Pero sé que la mayoría murieron bajo la lluvia, desapareciendo, pastosos, en el olvido gris.

Luego empecé por las guías de viaje. Lo siguieron los manuales técnicos, y un buen día tuve que tomar la decisión. O Crichton o yo. Pensé, «en el fondo nunca me has gustado, cabrón» y escuché el ruido que hacía al caer al suelo dentro del cubo. A partir de ahí fue más fácil. Empecé por los anónimos, aquellos que ni recordaba haber leído. Luego, libro que leía, libro que reubicaba. Sí, una manera hermosa de llamar al libricidio. Dejarlos encima de un muro, en un banco en el parque, dentro de una cabina de teléfonos, en la mesa de un bar…


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Ese día, como casi todas las noches, dejé que la literatura me poseyera, sin cuerpo, sólo su esencia, como un ente superior. La novela que estaba leyendo no pesaba ni olía, pero su espíritu se fusionaba con mi consciencia de manera más fluida, libre de su prisión terrenal. Unos cuantos minutos mas tarde, el kindle cayó al suelo y el alma de aquel libro se quedó atrapada de nuevo en su memoria infinita mientras en mis sueños, sus personajes se perseguían con historias aun no contadas.

Y así señores, es como un escritor mató a todos sus libros y dedicó a amar a la literatura.

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Comments

  • Jose A. Sánchez

    7 años agoReply

    Vaya libricida, jajaja
    La verdad es que cada vez duele más el espacio que te queda para tus tesoros. Libros, Comics, Discos, Películas, Fotografías, … Recuerdos.
    No creo que sea capaz de llegar a tu rebelión papelaria. Pero la verdad es que cada vez me cuesta menos prestar libros. Aun a sabiendas que tal vez no me los devuelvan. Por eso muchas veces, directamente, los regalo. Esa idea de dejar que otro lector se empape con las historias que ya bebí es bastante sana. Aunque difícil.
    Cada vez que tenga la duda si un libro va a la estantería o lo mando a otras manos me acordaré de tí.
    Gracias siempre por tus escritos.
    Saludos

    • 7 años agoReply

      Gracias a ti por comentar. Dejar ir lo material nos acerca más a la libertad, y con los libros, sucede lo mismo. Las ideas, los sueños no viven en el papel, y a veces creo que incluso pueden ser un obstáculo.

  • Ingo

    7 años agoReply

    Por todos los dioses del inframundo! Un genocida del papel, un transgresor anti acumulación, un violador de estanterías y a su vez un defensor de la no posesión!
    Como dijo Tyler Durden las cosas que poseemos acabaran poseyéndonos.
    Hace falta mucho valor para desprenderse de los libros siendo escritor y hace falta valor y determinación.
    Pero mandamelos a mi a contrarembolso si sigues deshaciendote de ellos jejeje

    • 7 años agoReply

      Estoy muy muy de acuerdo con la frase de Durden (pedazo de libro, el club de la lucha) “las cosas que poseemos acabaran poseyéndonos”, no soy budista, pero en eso….

      El saber ocupa y pesa ;) y no puedo limitar lo que leo por que no me quepa en casa, jeje. Me apunto tu direccion, pero casi tendrás que venir con uan camioneta a por los libros que me limpiaré en la próxima mudanza.

      Mi ideal es ser capaz de vivir con lo que quepa en dos maletas. Algún dia lo lograré, lo malo es los zapatos que me cuesta mucho encontrar unos que me gusten y sean cómodos (tengo un 47) ;)

  • Ingo

    7 años agoReply

    Comparto tu filosofía, hay que vivir con lo que quepa en dos maletas y si tienes que salir por patas en una, para eso esta la casa de los abuelos o si los hay unos padres.
    En mi caso, voy con poco, lo necesario esta dentro, una mochila en mis viajes a sido suficiente, mis libros?
    Guardados en mi antigua habitación…
    Dime que mente hay que piratear y me adjudico esos libros!

  • 7 años agoReply

    Lo excelente de este artículo es que ¡NO HAY “LIBRICIDIO” ALGUNO!

    Cito:
    “Sí, una manera hermosa de llamar al libricidio. Dejarlos encima de un banco en el parte, dentro de una cabina de teléfonos, en la mesa de un bar. Cada libro que salía de casa iba en busca de un nuevo lector, de una nueva compañera en la estantería, quizás con hojas aún blancas y con olor a imprenta.”

    ¡NO MURIERON, NUNCA FUERON A PARAR AL CESTO DE LA BASURA!
    ( bueno, los “cómics” no corrieron tanta suerte y teniendo en cuenta que sus primos hermanos los periódicos van a parar a la jaula del lorito o las ventanas de nuestras casas pues no es mucho la pérdida para las hemerotecas. ¿Dónde fueron a parar las enciclopedias?).

    Se describe el paso de la modernidad, de los libros en papel a los libros electrónicos bajo la soterrada figura de un literato supuestamente aborrecible pero que en realidad es un prosista muy adelantado a su época.

    • 7 años agoReply

      Lo mejor de escribir a veces es no hacerlo, y en ocasiones, el mayor placer de la lectura, es leer lo que no está ahí escrito. Gracias por el comentario Jimmy ;)

  • 6 años agoReply

    Fabuloso.
    Todo lo que añada de más a ese comentario sería sólo para ocupar sitio ;)
    Un abrazo.

    • 6 años agoReply

      Gracias por pasarte y comentar en cualquier caso, me alegra que te gustara ;)

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