Escrita a principios del siglo XIX por una adolescente inglesa, Mary Wollstonecraft Shelley, Frankenstein es el híbrido de una novela gótica y el comienzo de todo un género: la ciencia ficción. Mary Shelley era la esposa de un escritor amigo de Lord Byron, Percy Shelley. El cuento nació como un juego literario entre un grupo de amigos que se propusieron escribir cada uno una historia. El texto inicial de Frankenstein fue tomando forma y gracias a la ayuda de su marido, Mary Shelley publicó la novela, una novela que marcaría la historia en varios aspectos.
Es extraño que Frankenstein, la Primera Novela de ciencia ficción, llegue después de varios cientos de lecturas de ciencia ficción y fantasía a mis espaldas. Es extraño leerla por primera vez cuando ya han pasado casi doscientos años desde su concepción. Citada hasta la saciedad, esta novela llena de polvo en cientos de estanterías merece la pena ser rescatada del olvido, aunque solo sea como tributo a la imaginación de una adolescente que se salió del tiesto. El hecho de que una mujer se saliera del tiesto hace doscientos años, tiene mucho más mérito, sobre todo cuando, aunque todos sus personajes importantes son masculinos, hay implícito cierto feminismo en el texto.
La mía no será la primera reseña de Frankenstein, ni tampoco la última, de eso estoy seguro. Este libro, con un estilo muy alejado de lo que se escribe hoy día, continúa teniendo el mismo mensaje que la autora grabó a fuego en sus renglones. Al igual que los grandes clásicos del cine de ciencia ficción, como Blade Runner, su excepción estriba en la preguntas que plantea en la mente del lector, no en las respuestas que ofrece.
Este libro habla de muchas cosas que pasan desapercibidas en la actualidad. Es gracioso leer hoy cómo los científicos de hace dos siglos cargaban contra filósofos de hace un milenio. El paso del tiempo en este libro es divertido si lo leemos con la mentalidad actual; las preguntas siguen siendo las mismas, igual de válidas, pero ahora los que afirmaban con rotundidad son los cuestionados. ¿Deberíamos replantearnos nuestras sólidas certezas?
Los protagonistas nos relatan el progreso de la ciencia y de la miopía del ser humano respecto a sus propios sueños. Está escrito por una chica muy joven y muy idealista, sin embargo choca pensar que esa chiquilla creó los cimientos de todo un género. Ni siquiera se podría imaginar que aquel nombre que surgió de su cabeza, Frankenstein, definiera en el futuro la relación del hombre con sus propias creaciones. Se han escrito decenas de libros para hablar sobre lo que ella esbozó con mucha inocencia y, en muchos de ellos, no han querido tocar, o no han sabido hacerlo, el verdadero problema de la creación. Es un libro que habla de ética y moral y sobre la responsabilidad del proceso de creación.
La historia la conocemos todos, aunque sea en forma de cliché: un filósofo metido a científico dedica su obsesiva vida a crear un ser vivo de forma artificial. La historia de Frankenstein y su elemento principal -el monstruo y su relación con su creador- es la base de todo, pero muy diferente de la simplificación sublimada que ha empapado nuestra cultura tras casi doscientos años de versiones empobrecidas. ¿Qué significa en verdad la palabra “humano”? ¿Qué es el mal? ¿Qué lleva al hombre a superar sus límites? ¿En qué consiste la felicidad? ¿Existe el alma?
Para ser una novela escrita hace casi dos siglos, se lee con facilidad. Su magia no estriba en una florida prosa o una trama compleja. No, todo es deliciosamente simple y fluido. Quizás los personajes sean lo más flojo, ya que son ingenuos y planos, sin embargo la potencia del mensaje hace que merezca la pena leerla. En cierta manera es una novela de época, por que tanto la forma de narrar, epistolar, como las ciudades y las sociedades que narra ya suenan a rancio. A pesar de ello, el lector sigue pegado a la historia, sin despistarse en ningún momento, incluso en los pasajes más lentos.
Como colofón de esta reseña, utilizaré (con ciertas licencias) las palabras del protagonista, Víctor Frankenstein: “la ciencia actual ha dejado de hacerse preguntas esenciales, ha dejado de tener metas imposibles para fijarse en detalles mucho más cercanos que pueda alcanzar, olvidándose de soñar.” Han pasado doscientos años y lo único que hemos aprendido es a poner nombre a nuestros monstruos, pero no a entender lo que implica crear vida.
Jimmy Olano
Haciendo un ejercicio de imaginación:
¿qué pensaría Mary Wollstonecraft Shelley acerca de las semillas trasngénicas?
Aberrantes, son semillas que producen plantas con semillas que no se pueden reproducir pero lo atormentante es que empresas como Monsanto demanden a los agricultores que NO compran esas semillas modificadas y que por accidente las abejas que traen polen transgénico le inyectan a las plantas sanas, pobres agricultores terminan en tribunales aplastados por esa corporación ¿QUÉ PENSARÍA ELLA?
Los cuestionamientos no solo siguen vigentes, hasta nos planteamos más nuevas preguntas. Si me preguntan (que nadie lo está haciendo) estamos jugando a ser Dios, precisamente el eje de la trama del libro “Frankenstein”.
Avedon
Creo que hay diferencias. Curiosamente uno de los primeros ensayos que escribí hablaba del tema trasgénicos :) Es un tema muy ciberpunk porque no habla de la ética individual, como Frankenstein, que en el fondo habla de la responsabilidad del creador para con su criatura, de lo peligroso del espíritu curioso sin responsabilidad. Las grandes compañías como Monsanto, que están detrás de ese tipo de problemas con los trasgénicos no es que no tengan responsabilidad ética (que la limitan a lo que marca la ley) sino que su único motor es el beneficio económico a corto plazo, desde el punto de vista de una multinacional, es un tema muy ciberpunk porque es el máximo poder del capitalismo (la mega-empresa) contra el futuro de la humanidad, y en medio, el individuo (agricultor) que pasaba por ahí y es aniquilada su forma de vida.
Lo de jugar a ser dios con los trasgénicos es el típico argumento de distopia biopunk donde se les fue la mano con la tecnologia terminator y han arrasado el planeta con la mierda del trigo que no se reproduce y se carga a la competencia :-D Pero vamos, con temas biológicos siempre es lo mismo, un potencial error en el proceso la puede liar parda. Miedo da si.
Jimmy Olano
¡Como en la película “Parque Jurásico”! Recuerdo que supuestamente todas eran hembras proque eran más dóciles y además del mismo sexo no se podían reproducir, je je je.