A menudo me pregunto porqué cuento todas estas cosas personales por internet, no nos engañemos, ni a Google ni a su SEO le importan. Tampoco es que reciba muchos comentarios en este tipo de entradas que en el fondo son un ejercicio de exhibicionismo del alma, así que he de reconocer que lo hago por mi, me gusta airearme aprovechando que escribo bajo pseudónimo. Hoy quiero hablaros de mi primera vez, concretamente de mi primera novela. Quiero contaros algo que nunca he contado a nadie antes.
Para ponernos en situación he de confesar que antes de ponerme a escribir esa novela escribí cuentos -casi todos inconclusos-, campañas de rol -especialmente AD&D- y sobre todo, comienzos de diferentes textos de alcance indeterminado, mas cortos o más largos que no llegaron nunca a nada. Creo que la mayoría de escritores tienen muchos cadáveres mutilados e incompletos en algún lugar de su historia vital. Mis únicas creaciones literarias con principio y fin de mi época adolescente fueron las cartas de amor, donde desarrollé una habilidad considerable. Pura literatura comercial, supongo. Gracias a ello me muevo ahora con soltura en el copywriting. Conservo varias cajas de aquellas cartas aunque debo reconocer que mi estilo en aquella época no se parece en nada a mi voz actual. Todos tenemos un pasado que nos persigue y nos hace seguir caminando hacia delante.
No, no me he olvidado del tema principal: mi primera novela. Se titulaba Almas gemelas y es extremadamente mala. Mala de verdad, pero mala, mala, mala. Pero ¿importa eso?, cada hora, se escribe una novela en el planeta. En fin, me acabo de inventar ese dato, pero estoy convencido de que no andaré muy desencaminado, es bien sabido que hoy día hay casi más gente que escribe que gente que lee. Siempre tiene que haber una primera vez para todo: la primera vez que terminas un cuento, la primera vez que terminas una novela, la primera vez que publicas algo, la primera vez que un lector totalmente desconocido te dice algo de tu novela, la primera vez que recibes una crítica que te hunde durante días…
El otro día me contaron la historia de “Polla loca” de Henry Miller, una novela más bien mediocre y como años después el autor escribió la misma novela pero con la maestría que había adquirido a fuerza de golpes: “Trópico de cáncer”. En mi caso, mi “Almas gemelas” sufre varios problemas irresolubles. El primero y más grave es que cuando la escribí tenía 19 años y mis referentes literarios eran el manga, La espada salvaje de Conan, y Asimov además de toneladas de cine de artes marciales de Hong Kong. No puedo presumir de una educación de calidad ni de haber tenido una juventud lectura rodeada de grandes libros. Lo mejor que leí hasta la adolescencia fue Emilio Salgari, así que no puedo decir mucho más. El segundo problema es que mi sintaxis, vocabulario y estilo eran los de alguien que no sabía ni que existieran esas distinciones sobre el oficio de escribir.
Conservo esa novela y de vez en cuando hasta leo algunos párrafos. Me sirve para comparar lo que escribo hoy día y lo que escribía hace veinticinco años. Nunca dejaré que la lea nadie, porque no exagero, es espantosa. Sin embargo esa novela se convirtió en algo muy importante para mi: es lo primero que terminé en toda mi vida por voluntad propia. La adolescencia y la juventud son una época marcada por los descubrimientos, los cambios y los impulsos. Recuerdo cuando la terminé, tras años de vaivenes y de abandonos. Estaba amaneciendo en la buhardilla donde vivía en aquel entonces y una emoción desconocida me sobrevino cuando coloqué esa pequeña palabra contundente: FIN. Estaba solo y me sentía pleno, lleno de energía y sin motivo aparente, inmensamente dichoso. En este sentido, la primera vez que haces el amor y la primera vez que terminas de escribir una novela tienen mucho en común, y con el tiempo descubres que fue bastante lamentable, pero gracias a haber comenzado el proceso, luego todo mejora hasta que el recuerdo se convierte en una postal de otra época.
Ser capaz de terminar algo es lo que te permite empezar algo nuevo. En caso contrario vivimos un ciclo marcado por la falta de decisión e incertidumbre acerca de uno mismo. Siempre que alguien que quiere ser escritor me pregunta algo le doy el mismo consejo: hagas lo que hagas, termina lo que has empezado, aunque sea una mierda. Será una medianía, como “Polla loca” de Henry Miller. Nadie recordará esa primera novela que escribiste, a no ser que sea como con Miller para poner de relevancia su progresión como escritor, pero cerrar un capítulo te permite comenzar otro, y no hablo de literatura, hablo de etapas en la vida, de proyectos, de iniciativas vitales. Mi vida entera es un ir y venir de abrir y cerrar cosas. Y eso lo aprendí el día que terminé aquella novela mediocre que empezaba así:
La violencia es el recurso de los estúpidos y la debilidad es el recurso de los cobardes
Frank L. González “Caín”, año 2174
Lema de las guerras de independencia
Sí, siempre he escrito Ciencia Ficción. Eso es algo que no ha cambiado desde que recuerdo mi primer relato, con catorce años. Algún tiempo después, escribí otra novela, que tampoco publiqué y también era bastante mala, pero ya bastante mejor que mi primera novela. Una amiga me dijo que le había gustado y que debería seguir escribiendo. Otro amigo me dijo que aunque tenía muchos fallos le había enganchado. Ellos me animaron a escribir otra novela, que me costó casi cuatro años terminar, ya que todavía no creía que mereciera la pena escribir. La llamé “11,4 sueños luz“. En ese punto estuve a punto de abandonar la escritura, porque la terminé poco convencido, casi forzado. Opté por la autopublicación porque quería saber lo antes posible si aquello que escribía valía para algo o no, no quería esperar meses o años hasta dar con una editorial.
Apenas tres semanas mas tarde de publicar “11,4 sueños luz” en Amazon, tenía las primeras críticas de lectores que no conocía de nada. Todavía las recuerdo con cariño, y gracias a ellas sigo escribiendo. Si no hubiera escrito aquella mala novela, “Almas gemelas” hoy no estaría aquí, contándoos esto. Por eso quería hablaros de ella, porque los fracasos y los comienzos son importantes. Sé que dentro de cuatro, doce o quizás veinte novelas llegará mi “Trópico de cáncer” y alguien la comparará con “11,4 sueños luz” y entonces, es cuando sonreiré en silencio, pensando en “Almas gemelas” y su personaje liado con tres hermanas gemelas con poderes psiónicos que se esconden semidesnudas por la nave donde el protagonista hace de piloto.
Ahora mismo tengo cinco proyectos editoriales en el horizonte en diferentes estados de maduración: dos ensayos, un cuento ilustrado para niños y dos novelas, y tengo la absoluta confianza de que los terminaré y después vendrán otros. Sin gemelas semidesnudas con poderes psiónicos, espero.
Jaime
Entonces debo ser de los pocos que disfrutan más de estas entradas que del resto. No es que conocer la vida de otras personas me motive especialmente, pero creo que en ocasiones es beneficioso darse cuenta de que el individuo que tienes delante no nació de la nada.
En ocasiones (por no decir «siempre») simplificamos a las personas. Consideramos que esa persona que escribe unos textos que nos apasionan es así por puro talento innato, cuando la realidad es que detrás de esos textos tan buenos hay años de malos libros, muchas palabras que acabaron en la papelera y relatos que no llegaron a nacer.
Ahora mismo estoy en un momento un poco complicado en lo que respecta a mi escritura personal. Sigo queriendo escribir, es algo que me motiva y que considero intrínseco a mi ser. No podría dejar de pensar en ello nunca. Sin embargo, llevo mucho sin hacerlo y he llegado a pensar en ocasiones en dejarlo «porque no vale la pena», a pesar de ser consciente de que jamás podría renegar de ello. Por eso me desespero cada vez que no llego a escribir, que un relato se queda a medias o algo no llega ni al mínimo que considero aceptable.
Es en este punto donde me doy cuenta que no soy un fracaso personal, puesto que todos acabamos pasando por algo parecido. Pero muchos lo olvidan, otros prefieren ocultarlo. Todos queremos ser escritores fantásticos sin tener que reconocer que no siempre lo fuimos o que nunca lo seremos en realidad.
Por eso agradezco tu abierta sinceridad, Avedon. Leerte aquí es un placer.
Avedon
Gracias por comentar Jaime,
Si no sabemos de donde venimos, perderemos el norte. Lo importante es que conserves, pase lo que pase, esa parte de ti que te lleva a escribir. Y si me admites un consejo, casi el único que doy es: termina lo que empiezas, sea lo que sea. Hasta no veas cosas terminadas no avanzarás. Y otro consejo que estoy desatado: apúntate a un taller de literatura creativa profesional, aunque sea de un mes. Se aprenden cosas que de otra manera sería mucho mas complicado.
¡No dejes nunca de escribir!
Iñaki
Lo que fui y lo que seré… ¿Vale la pena el ahora?
¿SOLO el ahora, sea esto lo que sea? Al principio, y al final, se escribe siempre para uno.
Y “uno” está en ese fascinante ahora. Que no deja de cambiar, claro.
Avedon
Siempre hay que mirar hacia delante. Hay que abrazar los cambios y divertirse en el proceso. El aquí y ahora es lo único que tenemos, esto es un viaje solo de ida. Por mucho que lo intentes la vida se nos escurre entre los dedos y las agujas del reloj.
Iñaki
Uno escribe algo a los quince años, y luego lo juzga con los ojos de un tío de treinta. El primero siempre va a salir mal parado. Lo que veo interesante aquí es (vamos despacio que esto es un poco raro) eso “otro” que está en “uno” y que es el que realmente está escribiendo, acertando y confundiéndose todo el tiempo. Luego, también eso “otro más” que va luego, lo lee y ve (o no ve) los fallos y los aciertos.
Me parece un juego de dobles o triples o… ¿quién está ahí? Y a ese algo multicefálico lo llamamos “uno”.
Avedon
Está el “yo” que ya no es, el “yo” que quiere ser, el “yo” que quiso ser, el “yo” que es mejor que no sea y quien sabe cuantos más tenemos atrapados entre pliegues y pliegues. Escribí también sobre eso en un articulo llamado “Mi voz”
Gracias por comentar Iñaki.
Clau
El primer párrafo es mi preferido aunque no tenga que ver con tu primera novela, pero tiene que ver con cierto modo contemporáneo de explicar la vida.
Muy bueno, inspirador y da ánimo para trabajar. Eso, me voy a seguir con mi segunda novela para no dejarla desmembrada, incompleta. Ñato per que respire, dicen.
Avedon
Si te ha inspirado, es que he conseguido algo. No puedo pedir más, hasta te has parado a comentar la entrada. Dale duro a esa segunda novela, que la tercera espera en el siguiente recodo del camino.
Matt
Hola Avedon, acabo de descubrirte mientras ojeaba libros en Amazon. 11,4 sueños luz, el cual será mi próxima lectura, captó mi atención y acabé en tu blog, que ha resultado ser una agradable sorpresa.
Verás, estoy planeando escribir una novela, pero no he escrito nada en mi vida y, seguramente, será bastante mala. Aún así me hace ilusión y me gustaría que me dieras algún consejo, ¿debería lanzarme directamente a por una novela o empezar con otros proyectos?
Gracias de antemano.
Avedon
Hola Matt, me alegro que dieras conmigo y te gustara mi blog.
Sobre tu novela… consejos te pueden dar mil, y sin conocerte es complicado acertar. Mi consejo es que si de verdad tienes algo que contar, lo cuentes. Si escoges un camino equivocado lo peor que te puede pasar es que te desanimes, te frustres y “pierdas el tiempo”. Prueba a escribir primero historias cortas, pero que te den tiempo a contar algo con un planteamiento, un nudo y un desenlace, esto son unas 800-1500 palabras. Si empiezas a notar tus propias carencias y te llenas de preguntas, apúntate a un taller literario de escritura creativa, mejor presencial que online. Suerte y mucho ánimo :-)
Jose Ant. Sánchez
En primer lugar, dar gracias a esa primera novela que permitió que naciera “11,4 Sueños Luz” y “Lágrimas Negras de Brin”. Disfruté mucho con ellas y aún tengo “imágenes” en mi memoria.
Con respecto a tu “confesión” no me puede interesar y emocionar más. Acabo de terminar mi primer relato y estoy feliz. No sé si será bueno o no pero he conseguido terminarlo, y ese era el objetivo.
Estas entradas que consideras íntimas y personales son de un valor incalculable para mí. Me inspiran y al mismo tiempo me revelan mucho sobre la escritura. Muchas veces he pensado que mis fracasos intentando escribir eran una señal de inutilidad. Ahora sé que solo eran el principio del trabajo. No se puede empezar algo haciéndolo perfectamente. Todo necesita un proceso de maduración y entrenamiento.
Muchísimas gracias por contarnos tus experiencias literarias y Felicidades por esos proyectos que espero vean la luz en breve. Suerte y no dejes de informarnos sobre ellos.
Un Abrazo
Jimmy Olano
Sí, esta entrada ya la había leído, el historial de navegación de mi ordenador no miente. El asunto es que no había comentado; me quedo con estas frases:
«Creo que la mayoría de escritores tienen muchos cadáveres mutilados e incompletos en algún lugar de su historia vital.»
«Por eso quería hablaros de ella, porque los fracasos y los comienzos son importantes.»
Todo el mundo asocia que Thomas Alva Edison inventó la bombilla eléctrica (un año antes que Edison la patentó el británico Joseph Swan en Inglaterra). Lo que sí hizo Edison fue realizar “mil y un intentos”, todos fallidos, hasta alcanzar el éxito, para que la bombilla fuera viable comercialmente. El pasado 18 de octubre se conmemoró el octogésimo octavo aniversario del fallecimiento de Edison. Sirva pues, para recordarnos, que no solo es la persona que inventa la que triunfa: quien además hace realidad una idea (y se mantiene constante en el tiempo para beneficio propio y de todos y todas) son las y los grandes precursores de la humanidad.
¡Gracias (dobles), sr. Avedon!