Hoy leí un cuento breve, brevísimo que me encantó por su simplicidad y su significado. Es de un autor argentino que desconocía, Marco Denevi. Espero que lo disfrutéis tanto como yo.
El erizo era feo y lo sabía. Por eso vivía en sitios apartados, en matorrales sombríos, sin hablar con nadie, siempre solitario y taciturno, siempre triste, él, que en realidad tenía un carácter alegre y gustaba de la compañía de los demás. Sólo se atrevía a salir a altas horas de la noche y, si entonces oía pasos, rápidamente erizaba sus púas y se convertía en una bola para ocultar su rubor.
Una vez alguien encontró una esfera híspida, ese tremendo alfiletero. En lugar de rociarlo con agua o arrojarle humo -como aconsejan los libros de zoología-, tomó una sarta de perlas, un racimo de uvas de cristal, piedras preciosas, o quizá falsas, cascabeles, dos o tres lentejuelas, varias luciérnagas, un dije de oro, flores de nácar y de terciopelo, mariposas artificiales, un coral, una pluma y un botón, y los fue enhebrando en cada una de las agujas del erizo, hasta transformar a aquella criatura desagradable en un animal fabuloso.
Todos acudieron a contemplarlo. Según quién lo mirase, semejaba la corona de un emperador bizantino, un fragmento de la cola del Pájaro Roc o, si las luciérnagas se encendían, el fanal de una góndola empavesada para la fiesta del Bucentauro, o, si lo miraba algún envidioso, un bufón.
El erizo escuchaba las voces, las exclamaciones, los aplausos, y lloraba de felicidad. Pero no se atrevía a moverse por temor de que se le desprendiera aquel ropaje miliunanochesco. Así permaneció durante todo el verano. Cuando llegaron los primeros fríos, había muerto de hambre y de sed. Pero seguía hermoso.
Jose A. Sánchez
Hola, Nicholas.
Una interesante y simpática fábula; para nosotros, claro, no para el pobre erizo de triste final.
Cuántos se empeñan en mantener una imagen toda su vida sin vivirla realmente.
Gracias por traer este relato, no conozco al autor, pero buscaré más cuentos suyos.
Un Abrazo.
Avedon
Gracias Jose por leerme y comentar
Jimmy Olano
Hmmm «híspida» y «Bucentauro», cada día se aprende algo nuevo.
NO SE PUEDE VIVIR DE LAS APARIENCIAS, eso ya lo sabía, ¡pobre erizo!