Uno solo escribe

Uno solo escribe en ausencias, pérdidas o esperas. Ante el abismo o el dolor. De todos ellos el peor es el de sentir que el tren en el que vas es el equivocado. Que dejaste pasar el bueno o simplemente, nunca supiste cual era el adecuado. Uno se sube a los trenes y luego desde las ventanillas ve pasar la vida, en el sentido más literal y menos literario. Nos aferramos a la maleta y miramos a los pasajeros que vienen con nosotros, a ninguna parte, subidos sobre la vida, donde nos lleve.

Las fotos duelen. Las imágenes son atroces. La belleza es un veneno mortal y la imaginación es el dolor inmortal. Espinas, sangre y tierra.

Quiero pensar que podría activar el freno de emergencia. Parar el tren en mitad del prado y bajarme, sin maleta, únicamente con lo puesto. Sin comida y sin ropa, listo para adentrarme en el horizonte. Me imagino al borde de un bosque al anochecer, aterido de frío y hambriento. Lleno de miedo y terror por haberme equivocado. De nuevo escucharía la vida y los ojos volverían a abrirse. Hundiría las manos en la tierra y las zarzas. Sangre y tierra.

Mejor eso que despertar dentro del tren. Caliente y con el cuerpo aturdido por la mala comida y la nada sobre la nada.

Y sigo mirando por la ventana. Buscando. Soñando.

Pero el tren se para, tarde o temprano. La locomotora se estropea, eso dicen. Se monta un barullo y todos bajamos del tren y nos peleamos por unos bocadillos y un vaso de vino peleón. El jaleo deja un vacío extraño por ese desorden designado y forzado. Y así sucede, que a veces un compañero de viaje queda atrás.

El tren vuelva a arrancar y una ausencia ocupa su espacio en el viejo asiento. Se dejó su maleta vieja y con ella su olor y su peso de recuerdos. No quieres abrirla, pues conoces lo que hay dentro. Pequeños  instantes, que no has olvidado y siempre han estado ahí.

Fuiste feliz, tremendamente feliz, pero como un mal contable solo supiste ver los trimestres, y te olvidaste de la suma de toda una vida. Ser feliz es ser un coleccionista de instantes incontables, rico en trocitos de vida hermosos. Ahora solo te queda una maleta vieja y los recuerdos de unos ojos cansados.

El tren sigue su curso y esos instantes se estremecen en tu interior cuando por la ventanilla algunos países nuevos te evocan restos de algo inaccesible. Ya no sabes qué fue y qué no fue, porque las vidas pasadas sirven para que el presente tenga algo de sentido.

La máquina sigue y aceptas que nunca podrás cambiar de tren y que algún día, serás tú quien quede atrás.

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Comments

  • Jimmy Olano

    3 años agoReply

    Como dice la canción de Aerosmith “la vida es un viaje, no un destino”, justo ahora la locomotora está averiada con lo del COVID-19 pero ¡atentos, atentas! Cuando escuchéis el pitido y el “todos a bordo” algunas y algunos estarán demasiado lejos de la estación y se quedarán. En este tren nos montamos pero en la próxima estación no sabemos…

  • Raylex

    3 años agoReply

    Coincido con Jimmy Olano: La felicidad está en el camino.
    Cuando Messi mete un gol, la afición espera otro, y otro…
    y si a Messi no le gustara lo que hace ¿de qué le serviría?

    He leído que un actor (creo que Burt Lancaster), cuando llegó a su casa borracho con el ÓSCAR recién conquistado: lo miró y repasó todas las dificultades que tuvo que superar, el amor y los amigos que dejó atrás, y lo guardó en un armario (donde lo encontraron tras su muerte) = El óscar, no valía todas sus pérdidas

    Por otra parte: las fotos no son más que un cristal lento, que retiene la piel, que rellena los huecos negros. Un cristal al que añadimos falsos colores a los recuerdos. El tiempo no se para en la foto. A mañana, le seguirá otro día amable o indiferente.

  • 3 años agoReply

    Las fotos son lo que queda, que no es poco. A veces uno no sabe si lo que recuerda es cierto o no, y las fotos de alguna manera vienen a afirmar nuesros recuerdos. Lo bueno de las fotos es que puedes congelar la parte buena de los recuerdos. A veces una foto es mucho mejor que un recuerdo completo.

  • Jose Antonio Sánchez

    3 años agoReply

    Tenías razón en el email, este relato es tan familiar que duele al leerlo.
    Más todavía cuando se ha pasado el medio siglo, se echa la mirada atrás y se ven tantos trenes, tantas estaciones, tantos pasajeros que pasaron por tu lado y te dejaron trozos de su vida y se llevaron parte de la tuya.
    La vida es un trayecto tortuoso, con sus alegrías y sus penas, pero demasiado doloroso.
    ¡Ay de aquellos que piden la inmortalidad!
    Felicidades por el relato. Un abrazo.

  • 3 años agoReply

    Gracias por pasarte y comentar Jose Antonio :)

  • Luis

    3 años agoReply

    ¡Bravo! Por seguir en la brecha.

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