El por qué alguien como yo, con tan poco bagaje literario en autores hispanoamericanos, escoge a Roberto Bolaño es todavía una incógnita. Tras atragantarme con las obras largas de Cortázar, Borges o García Márquez, pruebo con el chileno. En algún sitio leí que era diferente. Yo creo que desde lejos, «Los detectives salvajes» estaba trabajando en mi subconsciente. ¿Lo elegí yo, o me eligió él a mi?
Según la wikipedia, «Los detectives salvajes» es un homenaje al infrarrealismo, movimiento poético, que en la novela es denominado realismo visceral, y a sus integrantes. Arturo Belano es el alter-ego de Bolaño, y Ulises Lima es el poeta mexicano Mario Santiago Papasquiaro. Sea como sea, esta novela, publicada en 1998 y de 662 páginas, fue ganadora de un par de premios, pero sobre todo, ha sido aclamada por la crítica, y más aún y muy importante, por otros escritores. «Los detectives salvajes» está traducida a 17 idiomas, quizás debí haber empezado por ahí.
Clasificar «Los detectives salvajes» es imposible, vaya eso de partida. Estamos hablando de un bicho que no se deja masticar, se mete entre las muelas y transmite sabores incorrectos. Tras la confusa historia de un personaje, surge una segunda parte, y una tercera, todos ellos llenos de situaciones narradas de forma cinematográfica: estamos ahí, escuchamos, olfateamos y sentimos la vibración en la piel. Suceden cosas, personajes que respiran y sudan. Hechos sin demasiado sentido se suceden en una historia que trae algunos recuerdos de los relatos de Kerouac y sus amigos de la generación Beat, pero en formato sudamericano, mucho más sabroso y peligroso. La historia en sí es insignificante, pero tan verosímil que sabe a crónica. Los personajes, logrados hasta el punto que te los encuentras en el reflejo del ascensor, mirándote de refilón cuando subes pensando en si lo que leíste anoche era un sueño o de verdad estaba escrito.
«Los detectives salvajes» no es un libro normal. Puedes sufrir secuelas de por vida, puede que seas inmune a él. Si la próxima vez te sorprendes pensando «esto lo viví yo antes», igual fue Bolaño quien lo metió en tu cabeza sin que tu lo supieras.
Rony Leon
Interesante reseña. Me he sentido identificado con tus sensaciones. Conocí al autor Roberto Bolaño por sus cuentos, que me encantan. Pero en este libro, los cuentos buenos fueron aunque la mayoria, los malos o raros golpeaban mucho el cerebro y la trama en general. Ahora sé que el señor Bolaño fue imperfecto.
Avedon
Ser imperfecto es la clave. A nadie le gusta la perfección. Gracias por pasarte y comentar.
Jimmy Olano
«“Los detectives salvajes” está traducida a 17 idiomas, quizás debí haber empezado por ahí.»
Se pudiera decir así, a ojo de buen cubero, que la importancia de una obra literararia es directamente proporcional al número de lenguajes traducidos.