Conde cero: el retorno del ciberpunk

Dije que no hablaría más de ciberpunk y pienso cumplirlo, hoy voy a hablar de Literatura, exclusivamente. ¿De veras creíais que no volvería a hablar de una novela de William Gibson? Pienso dedicar un artículo específico a cada una de las novelas suyas que he leído, y tiene unas cuantas. Gibson para mí es uno de los grandes escritores del siglo XX. Su legado, después de más de treinta años, vuelve a ser muy actual. Os envidio a todos los que todavía no lo habéis leído, comparado con lo que se escribe ahora, esto es aire puro. Sí, incluso aunque Matrix os parezca algo antiguo. Incluso aun traducido Gibson es un animal inclasificable.

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Gibson nos transpone el mito de Fausto y nos habla de la inmortalidad, y muchas, muchas más cosas. Puede que solo veas escenas de acción fallidas, que ni se molesta en narrar. Puede que te extrañe que falten palabras a sus descripciones, tan frugales que rozan la poesía. Puede que no entiendas nada. Si tienes suerte, algo te rozará la mejilla y pondrá a tu cerebro en guardia. Algo que no se menciona en todo el libro pero que está ahí, vivo, latiendo. Confieso que solo he sentido algo así leyendo a Dick, hace ya casi 25 años. Pero en aquel caso solo fue un instante febril, producto del insomnio y la pasión lectora, en el caso de Gibson es una droga mucho más difícil de disipar, querrás más de ella cuando dejes el libro en la mesilla y sientas que tienes que seguir leyendo.

Quien espere una segunda parte de “Neuromante” se llevará una desilusión, este libro es mucho más maduro, más complejo aún y mejor hilvanado, aunque después de su ópera prima, uno va más preparado. Gibson tiene un estilo muy complicado: los lectores que no leen ciencia ficción  no están acostumbrados a imaginar tan rápido, y los lectores que si la leen no están acostumbrados a imaginar hacia dentro. Tiene un estilo muy marcado con reminiscencias de la generación Beat, en ocasiones tan lírico que se desliza como un huevo desparramándose por la encimera al escaparse de la cáscara. Tiene escenas que he subrayado que duran media página y algunas descripciones de tres palabras que lo dicen todo.

Gibson cayó en la ciencia ficción por quien sabe que azares, porque de tecnología no sabía nada y que ventaja, amigos, para poder escribir una novela así. Que maravillosa ventaja escuchar a un lego en la materia como será el futuro. Uno lee en el Retina y otros medios culturetas post-frikis acerca de la revolución de los chatbots que hablan entre sí y piensa ¿estos gilipollas no conocen a Gibson, no saben que hace 32 años ya habló del siguiente salto evolutivo?

Un consejo que puedo dar sobre esta novela es que la leas, si puedes, del tirón. Es tan densa, compleja y difícil que si dejas pasar mucho tiempo entre una sesión de lectura y otra perderás el ritmo y la textura, por no hablar de la cantidad de personajes e hilos argumentales. Se arranca con tres historias entrecruzadas, de estilos, escenas y por supuesto, personajes diferentes. Por supuesto hasta el final no convergen No esperes precisión suiza. Gibson no crea joyas precisas, hermosas y perfectas, esto es otro rollo diferente. Te contará una historia, compuesta de miles de detalles para que tu crees tu historia en paralelo a la lectura, con tu propio lenguaje. Muy pocos autores saben hacer eso. Muy pocos. Yo te podría contar la historia que me he inventado en mi cabeza, pero sería demasiado personal, y por supuesto, te podría contar un resumen de lo que pone en el libro, pero sonaría demasiado estúpido y banal. Al final y al cabo ¿que es la Odisea, la historia de un pobre diablo que vuelve de la guerra a su casa y le pasan cosas por el camino?

En las grandes historias lo que cuenta es lo que no se dice, lo que ocurre pero que no forma parte de la historia en sí, en Conde cero, como pasaba en Neuromante en menor medida, esto es lo importante de la novela. Ya he dado demasiadas pistas en el arranque de este artículo. Y no, la novela no es perfecta, Gibson no es un escritor perfecto. Sus personajes a veces tiran mucho de cliché -o quizás los chichés los hicimos después de que los escribiera, que también puede ser-, y las escenas rutinarias de acción transforman la poesía en el manual de instrucciones de un juego para niños. Esta es una novela para gente con imaginación, abstente de intentar leerla si crees que las letras no se pueden mover por sí mismas.

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Comments

  • Jimmy Olano

    5 años agoReply

    «Un consejo que puedo dar sobre esta novela es que la leas, si puedes, del tirón.»
    A ver: Kindle en modo avión, desviar las llamadas a la centralita y apagar el móvil, indicar a mi ayudante que no estoy para nadie y reenviarle mis correos electrónicos… ¿qué voy a hacer con mi esposa? bueno, eso lo resolveremos después… son cosas que dificultan a uno adquirir nuevas visiones acerca del mundo. Veamos qué le sucede a Bobby y los hackers hatitianos (por cierto la imagen que encabeza este artículo es bien adecuada).

    «Sus personajes a veces tiran mucho de cliché -o quizás los chichés los hicimos después de que los escribiera, que también puede ser-,…» pues yo también creo que lo segundo, además que con tal cantidad de palabras nuevas que se agregaron a nuestro léxico, imposible negar lo contrario. Gracias por prevenir a nuestra jornada, que será ardua: «Tiene escenas que he subrayado que duran media página y algunas descripciones de tres palabras que lo dicen todo.»

    • 5 años agoReply

      Ya me contarás que te parece :)

  • 5 años agoReply

    A veces pasan cosas raras, muy raras, en la vida. Como por ejemplo que, al empezar a leer a alguien la primera vez, algo, una palabra o el silencio que transmite, te dé una descarga, como si hubieras metido los dedos en un enchufe. Parece la unión con alguien en otra dimensión.
    No ha habido muchos, pero sí me ha pasado eso con Dick y Gibson, cada uno a su manera.
    Un artículo muy interesante :-)

    • 5 años agoReply

      Prueba con Richard Morgan, a ver si te da calambre también ;)

      • 5 años agoReply

        Leí Carbono modificado y no me gustó. No porque no fuera una lectura interesante, sino porque, como has dicho muy bien tú en algún texto, se toma más en serio la acción que los personajes. Como Arthur Clarke, que se toma más en serio la hipótesis científica imaginada que los personajes que la describen.
        En los dos casos, sólo por mencionar algunos, son un pretexto, una herramienta, que les sirve para otra cosa (y en esto hay una especie de fraude encubierto).
        Para mí son los personajes los que crean la obra, y el escritor tiene que estar ahí como un actor más, conviviendo con ellos sin prejuicios. Este es mi opinión su gran mérito, si lo consigue.

        • 5 años agoReply

          Algo de razón tienes, opino lo mismo sobre los personajes en una obra. Son lo más importante.

  • 5 años agoReply

    ¿Son los personajes los que hacen la historia? ¿O es al revés? ¿O es una mezcla de las dos cosas?

    • 5 años agoReply

      Guao, esa pregunta es buena, yo generalmente solo leo los comentarios pero en esta oportunidad intervengo, con el permiso del señor Iñaki (con todo respeto); CITO:

      «Se arranca con tres historias entrecruzadas, de estilos, escenas y por supuesto, personajes diferentes. Por supuesto hasta el final no convergen No esperes precisión suiza.»

      A mi parecer esto complica más la pregunta, ¡dejemos que el sr. Avedon ilumine!

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