Hace algo más de veintiocho años, probaba el primer prototipo comercial de videojuego de realidad virtual, en un salón recreativo en Boston, EEUU. Yo tenía doce años, y aquello me marcó.
He pasado todo este tiempo con aquel recuerdo grabado en la cabeza. Durante muchos años jugué al rol -al de verdad, en el que todo transcurría en la cabeza de uno-, y a cientos de videojuegos. Por supuesto, he visto todas las películas de ciencia ficción que he podido, especialmente las de género Ciberpunk, por que siempre me atraía la misma cosa: vivir otra realidad. Desde entonces, la realidad virtual ha sido parte de mi mundo desde que tenía doce años, antes de que fuera viable técnicamente.
Para los que somos introvertidos y nos gusta nuestro propio mundo interior, amamos la soledad y la compañía de nuestros pensamientos, la generación de un mundo propio, es algo inherente a nuestro carácter. La realidad virtual es un paso más allá que hará que expandamos esa burbuja interior, esa realidad propia, íntima y protegida por nuestras propias defensas.
Hace unos días probé de nuevo la realidad virtual del Siglo XXI de la mano de Sony y sentí que había merecido la pena la espera.
Para todos aquellos, introvertidos y extrovertidos que gozan imaginando mundos en sus cabezas a través de un libro, jugando un videojuego, viendo una película -no hay tanta diferencia- la realidad virtual va a significar un antes y un después. Si Platón lo hubiera probado habría dicho que los muros de la realidad han caído sin remedio. Ya nunca sabremos qué es real y qué no, y para todos aquellos que no somos capaces de manipular la realidad -ya gran mayoría- la realidad virtual será una forma de evitar la frustración y vivir mas felices.
Hasta aquí, puede que esto suene enfermizo, antisocial e incluso delirante. Puede que seas de esos que refugiado en una edad y un estatus, critican a los adolescentes de hoy día, que según los estudios sociológicos ni beben, ni follan, ni se van de fiesta. Es una generación ni-ni-ni diferente de la que nos venden los medios -que siempre ha existido-, aunque esos Ni-Ni son todo lo contrario del grupo de jóvenes del que hablo: jóvenes inteligentes, curiosos y con mucha imaginación, pero que a menudo son demasiado sensibles.
Puede que te rías de ellos, pero si yo viviera de nuevo la adolescencia en la era de Internet, la realidad virtual y las redes sociales, yo sería uno de ellos. Aprendí a beber, aprendí a fingir, aprendí a divertirme para poder participar en una sociedad donde no tenía cabida. Después de todo, se puede aprender a matar si uno pone empeño, ¿por qué no a ser uno mas?
Ya casi no recuerdo ese cosquilleo adolescente que compartía entre los que como yo, teníamos curiosidad por las sensaciones sin nombre, por las emociones sin etiquetas. Luego me arrastró el torrente de la normalidad y perdí aquellas mariposas que sólo soy capaz de evocar cuando estoy entre el sueño y la vigilia. Esos «anormales» ahora son muchos más, y están conectados entre ellos. Ahora pueden elegir vivir la vida de una manera diferente, compartiendo aquello que les gusta -que no tiene por qué ser participar en ritos crueles de supuesta madurez-, pueden explorar su sexualidad de maneras mucho mas sutiles, e intercambiar impresiones con gente que aprecia los matices sin tener que elevar el tono. Lo más importante, pueden dejar detrás sus miedos, sus carencias, sus inseguridades y explorar sin miedo.
La misma generación que se divierte en silencio, que descubre el amor sin vómitos sobre las callejuelas nocturnas, es la generación que llevará la realidad virtual a lugares que solo la ciencia ficción ha imaginado: auténticos mundos, poblados por personas que vivan y se desarrollen en ella.
Podremos ir al psicólogo sin salir de casa, tener reuniones presenciales mientras estamos en pijama, aprender en clases con alumnos de todo el mundo, hacer teatro en decorados fantásticos y con las formas que deseemos. Nuestro cuerpo ya no será nuestra prisión. Podremos ser quien queramos ser, una y otra vez. Podremos tener sexo y desear a las personas, independientemente de su forma, sexo o condición. Podremos ver rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser, al lado de una persona que nunca hemos visto con nuestros ojos de carne y sentir que la amamos. Podremos enamorarnos y sentir auténticas pasiones. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, igual que en los bares los sábados por la noche. Sólo que serán momentos más creativos, más intensos y compartidos con quien queramos elegir dentro de los millones de personas del planeta: no dependerá de donde hayamos nacido, del color de nuestra piel o nuestro apellido. El mundo de pronto, será infinitamente más grande y más abierto.
Lo mismo pasó con la imprenta, el teléfono, la televisión o Internet: UNA revolución está llamando a nuestra puerta y empieza en 2017: la realidad virtual.
Crearemos profesiones nuevas, y también nuevos problemas, pero sobre todo, exploraremos un mundo donde será mucho más difícil que la realidad nos aplaste, por que nosotros la modelaremos a nuestro antojo. Hoy día ya existe la guerra en realidad virtual. Cada día cientos de drones, pilotados por redes humanos a kilómetros de distancia, desata muerte desde un sillón, solo es el preludio de un mundo nuevo.
Yo ya he conocido a más de un chaval que ha aprendido a hablar inglés jugando al Call of Duty por internet, ¿que no harían esos chavales inmersos en un mundo virtual, donde el lenguaje no verbal acompaña al sonido en estéreo? Nuevas formas de aprendizaje, de colaboración y de creación van a surgir como pasó con el teléfono, la televisión y la imprenta.
Los detractores de la realidad virtual dirán que eso no son más que engaños, fantasías para huir de la realidad, mentiras para esconder nuestros defectos, para huir de nuestras miserias. Ya lo dijeron muchos filósofos antes que yo: la realidad es algo más allá de lo que nos dictan nuestros sentidos, no podemos fiarnos de la vista, ni del oído. ¿Entonces qué diferencia hay ENTRE la realidad virtual y la otra, la que vivimos al nacer?¿acaso el saber que lo que vemos y oímos es producto de terceros no puede hacerlos entender mejor la verdadera realidad?
No se trata de elegir entre pastilla roja o pastilla azul, sino de poder vivir las dos. Vivir con otros límites, límites alterados por nosotros mismos. Y solo es el principio, a través de unos rústicos aparatos que engañan nuestra vista y nuestro oído podremos trascender la realidad
¿Qué pasará dentro de cincuenta años, cuando podamos implantar un cable directamente hasta nuestro cerebro y que lo manipule para sentir -bioquímicamente hablando- todo aquello que nuestra imaginación desee?
Si lees mi novela, «11,4 sueños luz«, doscientos años en el futuro, tendrás la respuesta.
Jimmy Olano
«Luego me arrastró el torrente de la normalidad y perdí aquellas mariposas que sólo soy capaz de evocar cuando estoy entre el sueño y la vigilia.»
Nada describe mejor el paso del tiempo, «la juventud acumulada», siento empatía definitivamente.
Avedon
Gracias Jimmy, me alegro ver que a pesar de la distancia (de todos los tipos), soy capaz de conectar.