Mi último refugio

Desde pequeño se me dio bien desaparecer, no estar. Siempre fui bueno eludiendo preguntas, eludiendo decisiones. Siempre fui buen niño, porque no molestaba y apenas existía. Cuando era pequeño, en el patio del colegio nadie quería que jugara en su equipo, así que aprendí a no estar, para no tener que ser escogido. Es fácil esconderse en los trayectos a algún sitio, lo importante es aparecer en el destino. Estar, parecer. Figurar. La mayoría de la gente no se da cuenta de esas cosas. Pocos lo hacen, porque hay que mirar fijamente la foto y darse cuenta de que todas las personas, solo una mira de una manera diferente, porque no está allí. Lo importante es el viaje, dicen. En mi caso lo importante siempre fue no viajar con los demás.

Durante muchos, muchos años, he odiado viajar. Siempre he viajado con gente y he empezado a disfrutar los viajes cuando lo he hecho solo. La soledad de un viajero en un aeropuerto o en la inmensidad de la carretera de noche es algo que no tiene palabras. Por eso mismo, porque no hay que esconderse. A veces, llega uno al lugar de destino y lamenta que esa ausencia de conexión con el mundo se termine y sea necesario volver a sonreír a una persona y hablar. El verdadero viaje es interior y viajar solo ayuda a ello. Lo mismo sucede al estar en medio de un concierto de rock cuando sientes que estás tú solo, vibrando con la música. Únicamente tienes que cerrar los ojos y desaparecer fundido con el ruido de fondo.

Dicen que un escritor es alguien que observa. Debe ser verdad, me he pasado la vida observando. Con prismáticos, a escondidas o haciéndome el dormido y escuchando con los ojos cerrados. Confieso que mis ojos parecen miopes y que siempre ha parecido que no me enteraba bien de lo que tenía delante. La gente cree que no escucho, pero lo hago. Observo y me quedo con todo. Robo todo lo que encuentro y me apropio de cada pedazo de realidad con la que me tropiezo. Si notas que te falta algo y yo estaba cerca, puede que lo tenga yo. Puede que un trocito de ti aparezca en una de mis historias. Puede que mis personajes hayan hecho el amor contigo o puede que hayas sido una víctima más de la psicosis de otros.

Un ladrón de verdad nunca deja huellas, pero siempre deja su firma. Las únicas pistas que me permito, se pueden encontrar en las teclas de mi ordenador. He pensado en escribir con guantes, pero no me parece justo. En algún lugar debo dejar una huella, aunque sea extremadamente difícil de encontrar. Me puede el ego, o las ganas de que alguien más hábil que yo me robe un pedazo de alma. Debe haber alguna forma de encontrarme, de cazarme, pero no lo pongo fácil. Entre todas mis letras está escondida siempre mi verdadera identidad y la clave de acceso a todo lo demás que oculto.

Cuando escribo estoy dejando un mensaje dentro de una botella que tiro al mar, a un mar muy grande y del que ni yo mismo conozco su alcance. Soy estúpido porque mi dirección va en el corcho y la gente no piensa en eso. No piensa en el corcho de la botella, solo en el contenido. Lo beben, lo leen y lo eructan, con mejor o peor crítica. Pero el corcho ¿quién piensa en el corcho?, ahí va escondida mi dirección de retorno. Por eso no sé que pasaría si alguien me escribe de vuelta y quiere conocer al ladrón de sentimientos ajenos, al observador mudo que ha escrito todas esas letras que se transforman en algo más. Soy un observador que necesita ser observado. Robo almas pero en el fondo, necesito que alguien muerda la mía para ser parte de este mundo.

Dicen que alejo a la gente y es cierto. Los que me rodean han aprendido a amarme en la distancia, sea lo que sea que signifique. Alejar a la gente es mi forma de no estar, de no pertenecer. No se puede observar si formas parte del conjunto y yo no soy parte de la historia, soy el que escribe la historia. Eso tiene un precio: no salir en la foto. Me gustaría pensar que es algo que he elegido, pero no es tan sencillo, veo colores que otros no ven y no puedo compartirlo con nadie. Solo puedo contemplarlo en silencio y agradecer mi don por captar las sutilezas de un mundo a que a casi nadie le importa y que pocos pueden ver. Si ser especial es esto, me gustaría ser ordinario y vulgar, pero odio la mediocridad. Si algo tengo miedo, es a eso, a ser mediocre, a dejar de apreciar la diferencia. Tengo terror a dejar de ver la belleza en el mundo.

Estoy maldito, no elegí ser así y tampoco puedo cambiarlo. Siento que lo que he construido es una excusa para no ser feliz y que cada vez estoy más lejos de lo que soy realmente, si es que existo en la realidad. La autodestrucción es una grieta en mi presente, pero el pasado ya es algo irreal e inalcanzable. Solo puedo seguir pintando paisajes ajenos. Notas de color de una sinfonía a la que se le acaban los minutos. No puedo negar que la llama que ilumina la vela que es mi vida se alimenta de un combustible que no es mío. Sólo soy la mecha que bebe de él y lo quema para dar luz, cuando se termine, arderé y solo quedarán cenizas.

Solo la rutina y el deber impiden que piense en quién soy realmente. Busco excusas para tapar cualquier resquicio de verdad y no mirarme en el espejo. Estoy maldito, no elegí ser así y tampoco puedo cambiarlo. Porque no, no puedo dejar de apreciar belleza en los escombros de lo que me rodea, belleza que pasa por mi lado sin saber que existo. Necesito ser parte de ello, pero no tengo voz, solo oídos y ojos. Me gustaría cerrar los ojos y apagar mis sentidos, dejar de sentir, porque vivir duele demasiado.

Escribo para que este pedazo de verdad no se pierda, por que cuando hablo de mi boca salen palabras parecidas, pero romas e inofensivas. Al menos me queda esto. Escribir. Mi último refugio antes de la nada.

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Comments

  • Anónimo

    3 años agoReply

    Un abrazo, de alguien parecida a ti.

    • 3 años agoReply

      Gracias, lectora desconocida :)

  • El paseante

    3 años agoReply

    Me encanta pasear por la red y encontrar estos pequeños tesoros.

  • Rony Leon

    3 años agoReply

    Creo que los que escriben sienten que viven entre dos mundos. En el de los vivos donde se sienten fantasmas, y en el de los fantasmas que los hace sentir vivos.

    • 3 años agoReply

      ¿Dos mundos solo?, ¡un multiverso completo!

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