Mi compañera de piso en Liverpool era una chica rumana muy guapa. SabĂa que no era su nombre real, pero a ella le gustaba que la llamaran Mona. Encajaba bien con su carácter y su permanente sonrisa. Era difĂcil saber si se estaba riendo contigo, de tĂ o recordando algo gracioso. TenĂa una mata preciosa de pelo negro y liso, lo llevaba cortado recto debajo de las orejas y un flequillo justo por encima de los ojos. A pesar de sus ojazos verdes su mirada era frĂa y de una tristeza lejana. Lo Ăşnico que la afeaba eran las muecas y las palabrotas que con su acento, sonaban todavĂa peor. Le gustaba mucho el alcohol, los porros y las pastillas -nunca faltaban por casa- aunque lo que más le gustaba era el dinero. Le gustaba vivir bien y dos chicas jĂłvenes y sin familia como nosotras lo tenĂamos complicado. Trabajábamos de profesoras en un colegio pijo como suplentes. Más que profesoras Ă©ramos las chicas para todo. Mona se habĂa acostado con algunos profesores pero yo me hacĂa la loca cuando la veĂa venir sonriendo como un perro travieso, solo le faltaba mover el rabo.
Por las noches y los fines de semana, trabajábamos en un pub para complementar nuestro ridĂculo sueldo del colegio. Era divertido y sacábamos muchas propinas, sobre todo Mona. El trabajo del pub lo encontrĂ© gracias a ella, por esa Ă©poca, me costaba echarle cara a la vida, reciĂ©n llegada de Francia. Un dĂa me lo ofreciĂł, despuĂ©s de que enĂ©sima vez le tuviera que pedir dinero por adelantado para hacer la compra en el supermercado. Ella siempre tenĂa dinero extra, no mucho, pero no faltaban caprichos en casa. TambiĂ©n hacĂa trabajos extra de profesora por las tardes, venĂan a buscarla los padres a casa. Era mejor asĂ, en aquel barrio, todos los hombres miraban siempre a los lados, como si evitaran a alguien.
Mona tenĂa un novio, era inglĂ©s o irlandĂ©s. Nunca supe de donde era, me parecĂa igual que todos aquellos ingleses malhablados, grandes como monos y sin afeitar. Se llamaba John algo. Yo le recordaba siempre por sus patillas, sus dientes amarillos y por cĂłmo me guiñaba el ojo cuando me veĂa, como si fuera una estrella de cine. Le daba igual que estuviera Mona delante, me tiraba los trastos sin pudor. A Mona le divertĂa, decĂa que le gustaban los tĂos asĂ, muy hombres.
Esto fue hace más o menos seis años, durante el apagĂłn que hubo en el atentado de la gran central elĂ©ctrica de Manchester, en el 2206. Con la luz se fue el transporte pĂşblico y las cámaras de vigilancia. La mayorĂa de los vehĂculos privados tenĂan el consumo racionado y nosotras Ăbamos a perder el trabajo. Los taxis eran carĂsimos. John era de uno de esos tipos enamorados de los coches antiguos y tenĂa un Wayrhyn del finales del siglo XXI que funcionaba con hidrĂłgeno. Se ofreciĂł a llevarnos al trabajo, a cambio de una cita a ciegas con un amigo suyo muy interesante de España. Como yo era francesa, dijo que la cita serĂa internacional y muy divertida. Su acento de Liverpool sonaba asqueroso al pronunciar “divertida”. Pero no tenĂa más remedio, si perdĂa aquel trabajo no tenĂa nada más y no podĂa volver a casa.
Ya en el viaje de ida al colegio donde trabajaba me arrepentĂ, en el coche insistiĂł que me sentara delante y el enorme anillo de su mano derecha que parecĂa una araña, terminĂł en mi pierna varias veces. El anillo estaba frĂo, pero sus manos estaban muy calientes y varias veces se intentaron meter debajo de mis bragas ante la mirada perdida de Mona, que sonreĂa ajena a mis problemas. Sin embargo, impuse mis normas. La cita serĂa en nuestra casa. AhĂ cada una tenĂa su habitaciĂłn. PensĂ© que jugar en casa serĂa mas seguro. CompartĂamos un pequeño apartamento alquilado en un mal barrio de las afueras de Liverpool, donde salir sola de noche era una provocaciĂłn.
JesĂşs, el amigo de John, tenĂa una barba cerrada y un fuerte acento castellano. No era de Barcelona, que era la Ăşnica ciudad española que conocĂa, sino de una pequeña ciudad de provincias al norte. Sus ojos grises brillaban con inteligencia y perspicacia cada vez que John decĂa alguna guarrada estĂşpida. No tenĂan nada en comĂşn. Le bastaba una palabra o un entrecerrar de ojos para desactivar las paletadas de John. Pronto empezĂł a animar la fiesta con sus inverosĂmiles historias. Con su ridĂculo acento y sus giros inacabados, dejaba fuera de juego a John y a Mona, que no le seguĂan. Mona y John se pusieron ciegos de coca mientras contaba sus aventuras. No me gustaba cuando Mona hacĂa eso, su miraba se volvĂa turbia. Me sentĂa mal cuando la veĂa asĂ, como en el pub. Nos lo estábamos pasando bien, hasta que John empezĂł a besar a Mona. No le importaba que estuviĂ©ramos ahĂ delante, le empezĂł a meter mano debajo del pantalĂłn y Mona se dejĂł hacer. John se girĂł y nos animĂł a imitarles, mientras Mona le lamĂa la oreja, con aquella sonrisa suya. Me sentĂ muy violenta. John era capaz de follársela en el sofá sin importarle una mierda. Mona ya tenĂa la mano dentro del pantalĂłn de John. MirĂ© a JesĂşs, intentando disimular mi nerviosismo.
—¿Quieres una cerveza?— me preguntó Jesús señalando la cocina.
—SĂ— y pensĂ© para mis adentros, “Pero vámonos de aquĂ”.
En la cocina, nerviosa, tardĂ© en encontrar el abrebotellas. Todo en aquella casa era un caos. JesĂşs no dijo nada, ni siquiera pestañeĂł cuando me tomaba una pastilla rosa con forma de corazĂłn. Eran las favoritas de Mona. Si estaba incĂłmodo no lo parecĂa, quizás divertido por la situaciĂłn, pero no incĂłmodo. Le alarguĂ© una cerveza frĂa con la mano. AgradecĂ que no me dijera “tranquila”. Odiaba cuando alguien hacĂa eso.
—Tu amiga es un poco peculiar— dijo Jesús.
—Tu amigo es un cerdo—dije. El riĂł un buen rato ante aquel comentario. MastiquĂ© la pastilla. SabĂa dulce y ácida.
—Es un tipo curioso. Le compré un coche usado y he acabado en esta extraña fiesta. ¿Qué más puedo decir?, apenas le conozco— dijo, y dio un largo trago a su cerveza.
—Me dijo Mona que eras su socio o algo asĂ.
—Eso quiere él, pero yo paso. No me gustan sus negocios— contestó Jesús y desvió la mirada.
—¿Qué negocios?— quise saber.
—Además de los coches… hay más cosas. Pero no quiero saberlas. TenĂa curiosidad por saber como serĂa una fiesta asĂ. No imaginĂ© encontrar a una chica como tĂş en un sitio como este.
—Vaya clichĂ© más viejo—soltĂ© poco amistosa. Estaba mareada, su olor era dulzĂłn e intenso. SentĂa la mĂşsica subir por mis piernas, no podĂa dejar de menear el culo, incluso apoyada en la encimera.
—Ya, pero ¿qué pinta una chica como tú, en una fiesta organizada por un chulo que vende coches robados y tiene una montaña de coca encima de una mesa de plástico barato llena de mierda?
—Oye, te estás pasando— respondĂ sin acabar de procesar el torrente de palabras que me habĂa soltado. La cabeza me daba vueltas. La puta mĂşsica que venĂa del salĂłn no ayudaba.
—John me invitĂł a la fiesta prometiĂ©ndome una orgĂa. Hace un rato cuando te fuiste al baño me dijo que si no te animabas nos podĂamos montar un trĂo con tu amiga Mona. Al principio pensĂ© que era broma, pero ya he visto que iba en serio. Ahora dime que tĂş lo sabĂas. Estoy alucinando—, a pesar de sus palabras, estaba gozando como un niño con aquella experiencia. SonreĂa como un niño grande.
—¡Yo tambiĂ©n!… Quiero decir, ¡claro que no lo sabĂa!—, no me podĂa creer que Mona me hubiera metido en eso —mientes— añadĂ de forma áspera. Sus ojos me analizaron unos segundos, brillaban. Se rascĂł en el cuello la incipiente barba y dio el Ăşltimo trago a su cerveza.
—Mira. No te voy a engañar, me pareces una chica lista, por eso te estoy contando esto. No me quiero complicar más la vida. No quiero nada contigo, pero me ha parecido que debĂas saberlo.
—SĂłlo eso… Âżno?— preguntĂ© todavĂa dudando.
—SĂłlo eso—, sus ojos brillaban. Mucho. Su mano rozĂł la mĂa. Transcurrieron unos segundos y sentĂ sus labios sobre los mĂos, fue fugaz. Un beso rápido. InsĂpido.
—Y esto— agregĂł con una sonrisa. Estaba borracho, yo tambiĂ©n. Me estaba arrepintiendo de haber tomado las pastillas Mona. SonreĂ y sentĂ que algo estaba mal. No querĂa sonreĂr y menos aĂşn, acercarme a aquel chico. Sin embargo, esta vez fui yo quien le besĂł, buscando su lengua con la mĂa. Era áspero pero muy sensual. Su acento español me hacĂa cosquillas entre las piernas. EmpezĂł a hablarme en francĂ©s al oĂdo. Me puso a mil. Nos besamos frenĂ©ticos y pronto su manos estaban encima de mis tetas. TenĂa un culo duro como una roca y pelos por todas partes. Mis manos pasaban por su pecho como un rastrillo por el cĂ©sped. HacĂa mucho que no estaba con un chico asĂ, me recordaba a Jerome. De repente estaba muy, muy caliente.
Pasamos corriendo por el salĂłn sin mirar demasiado. Mona estaba encima de John, que estaba tumbado en el sofá. Su cadera se deslizaba lĂquida sobre Ă©l, corrĂa sudor sobre sus pechos desnudos. Mona me sonriĂł con la boca abierta cuando pasĂ© por delante. Nos encerramos en mi habitaciĂłn y cerrĂ© con el pestillo. Una vez allĂ, JesĂşs me empujĂł sobre la cama y se puso encima de mĂ. Le besĂ© sin contemplaciones, con los ojos cerrados, poseĂda. Sus manos estaban en todas partes. La imagen de Jerome me vino a la cabeza. AbrĂ los ojos y vi a aquel chico que no conocĂa de nada. Me estaba sacando la camiseta sin que yo todavĂa supiera que querĂa. Me notaba hĂşmeda. No recordaba donde estaban mis bragas y notĂ© como sus manos intentaban abrir el sujetador. Cuando ya tenĂa un corchete fuera le empujĂ© con fuerza.
—¡No!—, dije furiosa, sin saber muy bien porqué.
—¿Cómo?—, preguntó perplejo, pero aún con una sonrisa de confianza en los labios.
—Que no—, bufé rabiosa.
—Pero….
—Te has equivocado conmigo—, dije preocupada en abrocharme el corchete suelto de mi sujetador.
—¿Quién ha dicho que…?
—¡Fuera!
—¿Qué?
—¡Fuera he dicho!
—No me jodas, como me vas a dejar asà ahora.
—¡Fuera o chillo!—, chillé nerviosa.
—Vale, vale. ¡Joder! Puta casa de locos—, se puso la camisa, que se habĂa quitado en algĂşn momento y se fue cojeando, con un zapato en el pie derecho y un zapato en la mano.
Estaba temblando. “Ese hijo de puta casi me viola”, recuerdo que pensĂ©. Dudaba si llamar o no a la policĂa, y no sabĂa que decirles en caso de que hacerlo. Me habĂa echado algo en la bebida. Seguro. Fuera, en el salĂłn, Mona gemĂa de placer. OĂ una breve discusiĂłn y un portazo. Luego Mona continuĂł gimiendo. Me tapĂ© con las sábanas y llorĂ© hasta dormirme. DespertĂ© sin bragas y con resaca. El timbre llevaba sonando un buen rato en la puerta. Mona no estaba, asĂ que me armĂ© de valor y abrĂ. La Ăşltima vez que llamaron y no abrimos el casero nos cobrĂł la visita del fontanero. La casa estaba hecha mierda, ya no recordaba quĂ© tenĂa pendiente de arreglar, alguna gotera lo más seguro. No hacĂa más que llover. Cuando abrĂ la puerta, no esperaba aquello. JesĂşs con una rosa en la mano. CerrĂ© la puerta de forma mecánica, casi violenta, como un reflejo. Asustada.
—¡Lo siento!— dijo él al otro lado.
Me eché a llorar. Sin saber por qué.
—Lárgate— dijo Mona en la calle desde lejos —lárgate pero ya— añadiĂł en un tono de voz frĂo. VenĂa a paso rápido. Odiaba el sonido que hacĂan los tacones de sus botas altas. Cuando las llevaba, junto con la minifalda negra y el top ajustado, parecĂa una puta.
—¿Por quĂ©?—, oĂ al otro lado decir a JesĂşs no muy seguro de sĂ mismo. MirĂ© por la mirilla. Fuera llovĂa a cántaros. JesĂşs sostenĂa una rosa en la mano derecha y en la otra una bolsa con algo de comida, unos croissant o unos donuts, deduje por las manchas de grasa, que se mezclaban con las manchas oscuras que dejaban las gotas de lluvia al caer sobre el papel.
—Si no te piras, John va a venir y te va a partir la cara— dijo Mona.
—¿Por quĂ©?— preguntĂł JesĂşs encarándola. A travĂ©s de la mirilla podĂa ver como Mona esgrimĂa aquella sonrisa como un terrible arma. El silencio tenso se mantuvo durante unos momentos. Luego, ella sacĂł las llaves y abriĂł la puerta, apenas tuve tiempo de apartarme de la mirilla. Mona tenĂa unas marcas en la cara, como arañazos, y el cuello enrojecido, casi morado. DejĂł la puerta abierta de par en par para que le viera JesĂşs y sacĂł su telĂ©fono del bolso para llamar a John.
—Hijo de puta, te vas a enterar—gritĂł Mona. Estaba desconocida, parecĂa un gato acorralado. JesĂşs estaba lĂvido. ParpadeĂł un par de veces sin saber quĂ© hacer. TirĂł la rosa al suelo y me mirĂł antes de decir:
—Vete de este lugar antes de que sea demasiado tarde—, luego se fue sin mirar atrás.
Mona cerrĂł la puerta y se metiĂł en su habitaciĂłn. VĂ como Jesus bajaba por la calle en el coche que le habĂa comprado a John. No me mirĂł al pasar. En un charco, aplastada bajo las ruedas, estaba la rosa. A su lado habĂa una nota de papel escrita a mano, la tinta azul ya se estaba corriendo. La lluvia seguĂa cayendo, inexorable.
Hasta la el lunes siguiente, de vuelta en el trabajo no volvĂ a ver a Mona. Hizo como si no hubiera pasado nada. Yo pasĂ© el fin de semana sola, reordenando mis ideas, intentando recordar quĂ© habĂa pasado aquella noche. Desde hacĂa meses, habĂa muchas noches en blanco en mi vida. Muchas lagunas. Muchas mariposas negras en mis sueños. El apartamento estaba poblado de botellas de alcohol vacĂas y restos de todo tipo dispersos por todas partes. Me mirĂ© en el Ăşnico espejo sano de toda la casa. Aquella chica no era yo. Estaba demacrada. ParecĂa mucho mayor que la chica tĂmida y rolliza que vino de Francia.
El lunes el viaje al trabajo fue muy tenso. John no abriĂł la boca ni intentĂł nada conmigo. Lo Ăşnico que me dijo en todo el viaje, es que si volvĂa a ver a ese tipo, lo matarĂa. Me quedĂ© preocupada, pensando que me habĂa librado de una buena. John no querĂa que me preocupara, tenĂa un amigo de la policĂa que le debĂa unos favores y que vendrĂa a casa a vigilar por si aparecĂa de nuevo aquel cabrĂłn. No lo entendĂ, pero le seguĂ la corriente.
Tras terminar la jornada de trabajo en el colegio, ya en el pub, cuando estábamos cerrando, descubrĂ a Mona en el baño, arrodillada sobre el regazo de un desconocido. Fuera, John contaba billetes de diez. Durante meses no habĂa querido ver aquello y de pronto, todas las piezas encajaron solas. Los espejos rotos, las pastillas en el baño. Las marcas en el cuerpo y en el rostro de Mona, sus ideas y venidas en coches de extraños. En aquel momento, todavĂa con el uniforme del pub, quise salir corriendo, pero no tenĂa cĂłmo. LavĂ© aquel cuarto de baño, y recogĂ los condones usados, como tantas noches habĂa hecho. Ya no me girĂ© sonriendo para desviar las chanzas de aquellos desgraciados.
De vuelta a casa, busquĂ© desesperada aquel papel blanco con garabatos azules. Casi ilegible, con la tinta corrida por el agua, contenĂa un nĂşmero de telĂ©fono. Me aferrĂ© a aquellos trazos imposibles y tras probar decenas de veces, logrĂ© hablar con JesĂşs. Apenas hablĂ©. Me preguntĂł si estaba bien. Entre lágrimas le dije que sĂ, que tenĂa que ayudarme a salir de ahĂ. No hizo preguntas, vino a buscarme de madrugada. RecogĂ todas mis cosas en una bolsa de lona, la misma que traje cuando lleguĂ© a Liverpool. Me fui sin despedirme de Mona. JesĂşs apenas me mirĂł, ninguno hablĂł durante el trayecto al aeropuerto. AllĂ gastĂ© todo mi dinero en un vuelo a ParĂs, y aĂşn tuvo que darme algo JesĂşs. Espero que entendiera que en mi silencio y en mi vergĂĽenza, habĂa un agradecimiento infinito. Nunca volvĂ a saber de Ă©l.
Victoria
Hola nicholas, «11,4 sueños luz» es el primer libro tuyo que leo. Me encanta tu forma de escribir. El hecho de que te tomes tantas páginas para hablar de cómo es el mundo aquel y como es el protagonista, antes de siquiera nombrar a Veluss, fue una de las cosas que más me enganchó.
No se por quĂ© pero aun tengo dudas con el capĂtulo «Mariposas Negras», capĂtulo que me encantĂł, pero que no logrĂ© captar lo que sucedĂa al final. Si bien tengo alguna que otra idea, nada encaja lo suficiente. QuerĂa saber si podĂas ayudarme a comprenderlo ya que me parece algo fundamental en la historia de Joanne.
ReciĂ©n voy por el capĂtulo siguiente a Mariposas Negras. Saludos.
Avedon
SĂłlo te puedo decir que se revela el significado completo de ese capĂtulo (y muchas otras cosas) en la continuaciĂłn: Lágrimas negras de Brin, que espero estĂ© publicado y disponible en dos meses ;)
¡Muchas gracias por pasarte y dejar tu comentario!, me alegra el dĂa leer que alguien conecta de esa manera con mi forma de escribir.
P.D: ¡Pero si de verdad te corroe y no puedes dormir, ponme un mail y te lo cuento! :D, ese capĂtulo es en realidad un cuento corto que escribĂ antes de 11,4 y lo engarcĂ© por varios motivos y tiene su significado. No obstante, yo creo que cuando llegue al final tu misma lo encajarás sin ayuda.
Jimmy Olano
Ufff, fuerte relato. Me dirán mojigato, pero parece muy realista, tomado de la realidad; más bien me gusta la ciencia ficción precisamente para abstraerme y enfocarme más en lo general, de como serán las sociedades en el futuro, panoramas completos.
No me atrevo a clasificar con el nuevo «plugin» de WordPress por acá instalado, lo siento (¡pero igual espero las nuevas publicaciones!).
Avedon
No pasa nada Jimmy, tengo claro que es un relato que solo gusta a determinado tipo de personas, ya sabes que mi ciencia ficcion es mucho mas de corte realista (de realidad) que mas cientĂfico :) no obstante tengo pendiente un post sobre la nave generacional que lleva a Ariel y Joanne a las estrellas que seguro que te va a gustar.
Jimmy Olano
¡Vale!
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Estoy muy satisfecho de encontrar este blog. QuerĂa daros las gracias por redactar esta obra maestra. Sin duda he disfrutando cada pedacito de ella. Os te tengo marcados para ver más cosas nuevas de esta web .
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Vas a hacer que me sonroje, gracias por los comentarios :)