Los reyes magos no son los padres

Hijo espero que algún día leas esta carta. Mientras escribo, me imagino tu rostro con una incipiente barba. Espero ser yo el que te enseñe a afeitarse y a cómo hacer un buen nudo Windsor. No sé si estaré ahí, quiero pensar que sí, pero lo poco que sé del futuro es que siempre es diferente de lo que uno imagina. Por eso quiero escribirte estas letras.

Hoy, cinco de Enero de 2019, duermes a escasos metros de este teclado. Tus cuatro años no te permiten todavía entender lo que tengo que decirte. He colocado tu bici debajo del árbol, al lado de los patines de tu hermana y me dan ganas de despertarte solo para ver tu cara de sorpresa, pero no lo haré. Por que si para ti el gran día será mañana, para mi, el gran día es hoy, mientras tumbado sobre mi espalda, pinto nubes y ángeles en patinete en el cielo de tu infancia.

Algún día te enterarás de ese pequeño secreto que tan mal guardamos los mayores. Supongo que será la primera gran mentira de tu vida. Es lo malo de las ilusiones que se sostienen en mentiras, pero no será la última. Desgraciadamente todo en la vida se sostiene en mayor o menor medida sobre mentiras, incluso las grandes y mejores cosas de nuestra vida. Dicen que es malo mentir, pero vivir, a secas, puede ser mucho peor aún.

Estoy casi seguro de que habrás devorado muchos libros para entonces, y que para cuando leas esto ya tendrás inoculado el virus de querer saberlo todo. Lo sé por tus ojos curiosos y tu ansia de entender cómo funcionan las cosas, me es demasiado familiar. Pronto podrás imaginar tus propias historias y transportarte a universos paralelos a los míos. Luego descubrirás a los filósofos, y como yo, seguro que reniegas de todo lo que alguna vez creíste que importaba.

Serás joven y pensarás que el viejo mundo está equivocado, que las reglas han cambiado, y que cuanto más te digamos que el mundo gira como una peonza y que las modas van y vuelven, más te cabrearás, como debe ser. Desde los años, tu forma de berrear ya era la de un inconformista. Seguro que habrá un momento en el que no me hablarás y quizás no quieras llevar el windsor, para dejarte un nudo de mierda a propósito, deconstruyéndolo todo una vez más. Quizás te diga que me pareces un mamarracho, pero realmente te estaré envidiando, porque yo nunca fui rebelde de frente, siempre lo hice en la sombra. Serás un descarado y harás sufrir a tu madre que no entenderá como ese niño que amamantó hasta los cuatro años ha salido así de capullo. Yo sí lo sabré, aunque me callaré porque no ayudará que diga nada. La peonza seguirá girando, tal como debe ser.

Renunciarás a lo que leíste bajo mi techo. A la ficción y a Nietzche, a Tolstoi y a Rousseau. Los libros de tu abuelo no significarán nada para ti, y querrás inventar otro arca de Noé y salvar el mundo. No tendré más remedio que mandarte a la mierda y hacerte enfadar una vez más, porque será la única manera de hacer que descubras de qué va todo en realidad.

Cuando pase la resaca, amanecerá y al salir a la calle, detrás de los bonitos edificios, verás que no hay mucho más de lo que se ve. Hermosos decorados, sujetos con tablones de pino sin tratar en la parte no vista. La entretienda de los sueños: individuos grises que se maquillan tras un camerino improvisado. Reyes magos, papá noeles, princesas y príncipes azules, padres comprensivos, emprendedores de éxito y actores felizmente casados con hijos maravillosos de sonrisa estática, todo adquirido por catálogo, con prisas y sin garantía.

Los reyes no son los padres hijo. Los reyes magos existen de verdad, sin ellos no existiría la realidad que hemos creado para soportar este mundo transitorio. Lo mismo que existen otros universos, otras realidades. Sin la magia, seríamos demasiado muggles. Sin los elfos, demasiado humanos. Quizás cuando lo entiendas entenderás que todo eso que llamamos mentiras, es el pegamento que nos mantiene con un propósito. Hay mentiras y mentiras, pero todas existen para algo, solo los enfermos utilizan la mentira sin un objetivo más grande que ellos mismos. Piensa en todo lo que de pequeño te hizo el mundo mas grande y entenderás lo que te digo. La literatura misma es la gran mentira que alimenta a tipos como nosotros.

Ya tengo todos regalos del mundo. Ni siquiera cojo los caramelos cuando me los ofrecen. Cuando veo un columpio no recuerdo cómo era la sensación de tener mis piernas colgando sin tocar el suelo, pero lo que no he olvidado todavía es tu vocecita cuando me pedía que te empujara hasta el cielo. En cualquier ciudad del mundo, solo en mitad del polvo invisible suspendido en una habitación de hotel cualquiera, y aunque la cama esté fría e insípida, me acompañas antes de dormir.  Sigo convencido de que podrías aparecer en la esquina, con tu osito abrazado, deseando meterte conmigo en la cama. ¿Es eso mentira?

Para cuando leas esto, ya no podré protegerte de los monstruos, ni podré hacer que te duermas, o sorprenderte con una cosquilla inesperada. Hubo un día que un abrazo mío era lo único que necesitabas. Aunque fuera todo una mentira. Tu eres mi mejor mentira, hijo, mejor que cualquier verdad absoluta.

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1 Comment

  • Jimmy Olano

    5 años agoReply

    Mi hijo menor, el que tiene 23 años, no le gusta leer ni su estado de cuenta bancario (él es pura acción, empirismo a tope): si hablamos de mentiras pues va a ser que os vayamos acostumbrando a la posibilidad de que el(los) retoño(s) o retoña(s) ni le(s) guste masticar y menos digerir las letras. Igual queremos a nuestros hijos y sí, es verdad, a veces los mandamos a la mierda para que ellos y ellas mismas encuentren su camino. A nosotros también nos tocó desoír consejos y una que otra vez nos arrepentimos de ello, pero en las otras oportunidades nos dieron la oportunidad de ser quienes somos.

    Postdata: donde dice «Yo sí lo sabré, aunque me callaré porque no ayudará que diga nada.» más bien creo y pienso que debería decir «Yo sí lo sabré, aunque me callaré porque no ayudará que diga algo», pero bueno, yo aquí tan osado como para corregiros en algo, me disculpo de antemano.

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