El miedo no evita el cambio, solo retrasa el golpe.

Con la invención de la imprenta, muchos pensaron que los nuevos libros eran menos valiosos, más vulgares y más propensos a errores. El poder tembló. Temían que la difusión masiva de libros alterara el orden social: que las clases bajas accedieran a ideas nuevas, que cuestionaran la jerarquía tradicional, y que escapara su control sobre lo que se leía. Muchas profesiones desaparecieron de un día para otro: copistas, miniaturistas y otros oficios que hoy extintos.

Han pasado casi 600 años, y sin duda el mundo es hoy un lugar mejor. Quizás estemos más estresados, sí, pero la imprenta transformó la humanidad. Es uno de los grandes inventos de la historia.

Internet no creó la globalización, pero la catalizó y la aceleró, como también lo hicieron las mejoras en la transmisión de datos, el almacenamiento y el procesamiento.

La IA sigue el mismo modelo. No viene a sustituirte: viene a transformarte. Puedes tenerle miedo, puedes resistirte, pero cuanto más tardes en adaptarte, más te dolerá el cambio.

Ahora mismo puedes tener un profesor particular de inglés que hable contigo, o uno de filosofía al que consultar mientras lees un libro de Žižek. Puedes pedirle ejercicios de matemáticas para tu hijo de 10 años o que te indique la mejor ruta hacia tu destino. Tal vez a tu IA de confianza le contarías cosas que ni siquiera te planteas confesar a un terapeuta o a un amigo. Pero una IA no tiene ego, no te va a juzgar.

Seguramente has integrado algunas de esas funcionalidades en tu día a día, pero piensa que la IA no es una herramienta, es un espejo de miles de caras donde reflejarte y mejorar. La IA no es una amenaza. Es una oportunidad enorme.

Escribo esto tras una conversación de horas con mis amigos de la universidad, todos ellos profesionales senior de la informática. Algunos de ellos lo perciben con miedo. No temen solo a ser sustituidos, sino a perderse en su complejidad inabarcable. Al fin y al cabo, no se trata de una moda más ni de otra tecnología: es un cambio de paradigma social.

La IA se creó, como siempre hacen los ingenieros, por curiosidad.

El capital vio en ella una manera de ganar dinero al encontrar un nuevo nicho inexplorado.

Pero como ha ocurrido tantas veces en la historia, será la humanidad quien le dé un uso inesperado y vuelva a cambiar el mundo.

Bastó que un homínido viera en un palo algo más que un palo, para que el mundo cambiara para siempre.

Sí, hablo mucho de IA. Está presente en la mayoría de mis cuentos y novelas. Si quieres profundizar más, te recomiendo que empieces por ‘11,4 sueños luz

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