Mi primer personaje se llamaba Doug y era un ladrón-guerrero con un perro como único compañero. En realidad, solo era un mendigo con alma de Conan el Bárbaro. La única persona adulta que leyó aquella historia me preguntó por qué me quedaba a medias. Yo apenas tenía catorce años y no entendía la repercusión de esa frase dicha por alguien adulto.
Doug nunca me pudo odiar porque aún no había cobrado vida: no tenía verdaderos motivos para sufrir. Desde entonces he aprendido algo importante: que estar vivo significa sufrir. Me ha costado mucho aprender a lograr que mis personajes estén vivos y desde entonces todos me odian, de una u otra manera. Se podría extrapolar esto mismo a nosotros, lectores. ¿Por qué leemos?, porque es una forma de ver sufrir a otros. Los humanos somos adictos al dolor humano. Ahí tienes la televisión, el circo romano o el fútbol. Vivir es sufrir.
Os contaré un secreto básico sobre cualquier historia que funcione: sea una tradición oral del siglo IV aC en África o un cuento post-ciberpunk escrito por post-post-modernistas en el 2019. Para que una historia funcione tiene que haber drama. Dicho sin tanta mandanga: alguien tiene que sufrir.
Vivir es sufrir, y cuando alguien sufre, el lector empatiza. Ese sufrimiento puede ser estúpido y superficial como los personajes de muchos bestsellers, porque su sufrimiento es externo a ellos (les pasan cosas que ellos no merecen), o puede ser mas complejo. En mis adentros, opino que la buena literatura se nutre del segundo caso, pero buena literatura es la que conmueve y hace que el lector disfrute con la desgracia ajena. El cinismo que corre por nuestras venas es lo que nos convierte en un tipo de lector u otro. Yo personalmente disfruto con los personajes que ni siquiera saben que sufren. Son los que más juego provocan al lector. Cumplen la máxima de sugiere, no cuentes, llevada a la máxima esencia, porque vivir es sufrir, pero de eso no somos conscientes cuando todo va bien ¿verdad?
Mis personajes me odian. Espero que ahora lo entiendas mejor. Los hago sufrir, de una y mil maneras. Desde la primera página. Unos son adictos, como Ariel, a la soledad. Otros como Alanna, sufren por lo que han perdido, otros, como Carlos por lo que saben que nunca podrán tener. Mi amada Valerie, sin embargo sufre porque sólo sabe vivir provocando dolor ajeno y aunque lo intente, no es una psicópata desprovista de empatía.
Si has leído mi recopilación de relatos cortos chungos, «Histerias ficticias», podrás encontrar la experiencia de alguien que cae en el infierno y elige no salir de él. También tengo personajes que sufren, no por los demás sino por las consecuencias directas de sus actos, son psicópatas. Aburridos por que en el fondo no generan empatía con el lector. Hay que ser un autor genial como Süskind para lograr que el lector empatice con un personaje así.
Cuando termino de escribir un cuento o una novela, me quedo escuchando de noche, en sueños, los juramentos y maldiciones de mis personajes. Sus razones para odiarme me hacen mejorar como escritor. A cada nuevo reto soy más retorcido, más real. La mayoría de personas no alcanza a entender que hasta la persona más feliz tiene mucho sufrimiento en su interior y no es fácil leerlo en las caras de la gente.
Cuando escribí sobre Alanna, lo hice partiendo de un tipo de personaje totalmente nuevo para mí. Una mujer madura, con un éxito discreto en su vida, pero sin nada que presagiara lo que sucede después. Alanna es una mujer muy fuerte e independiente, capaz de educar a un Dios en valores eternos. Sin embargo, encontré su talón de Aquiles y lo sacudí fuerte. Todos tenemos uno.
Con Valerie sucede algo aún más divertido. Su odio hacia sí misma se incrementa en cada etapa de su vida, hasta que se topa con algo que no esperaba. Héroes y villanos sufren, a veces por motivos similares. Es curioso como nos iguala a todos el dolor.
Alanna, Valerie. Dos personajes de «Lágrimas negras de Brin» que creo que incorporan una evolución importante respecto a Ariel o Joanne, personajes de «11,4 sueños luz» que aún así también sufren lo suyo.
Si lo comparamos con Frank, el protagonista de «Camino a casa»; mi cuento mas largo de «Histerias ficticias», su dolor es más indefinible y está enroscado a presión en su biografía. El pobre Frank tenía un pretexto para ser infeliz, algo fácil de solucionar con un buen final ¿no? Pero un personaje que sufre internamente sigue haciéndolo en tu cabeza, da igual que muera o viva. Ahí tienes a Anna Karenina, a Karatski o al mismo Grenouille. No hablemos ya del alter ego de Houllebecq. Siguen vivos aunque hayas terminado el libro. Siguen sufriendo dentro de tu cabeza. Eternamente. He ahí la grandeza de la literatura. Frank no me odia.
Llevo más de dos años madurando el sufrimiento de Mikel, que será protagonista absoluto de mi nueva novela. Prometo que esta vez no habrá redención para él y una vez que todo termine, seguirás escuchando sus últimas palabras mucho tiempo después de cerrar el libro. No habrá sorpresas. El final será casi previsible e irrevocable y aún así dará igual.
Mikel me odiará pero no me importa, yo ya le odio por no dejarme pensar en otros personajes y en otras historias. Este verano le arrastraré hasta el fin, lo prometo.
Virkkala
Valerie es el personaje que más quiero y odio a la vez, como a mí misma.
Espero que nos enseñes pronto por lo menos algo de sangre fresca del cadáver de Mikel.
Avedon
Lo prometo.
Sí, por lo poco que sé de tí, Valerie te pega como un guante. Pues aún le queda, tiene todavía un papel que cumplir en el cierre de la trilogía.
Virkkala
Ojalá haga lo que mejor sabe hacer: joderte los planes.
Estaré esperando lo nuevo con el rifle cargado, por si acaso
Iñaki
“Para que una historia funcione tiene que haber drama. Dicho sin tanta mandanga: alguien tiene que sufrir.”
Y para que haya un Valjean, tiene que haber un Javert.
Avedon
Nos gusta ver el sufrimiento ajeno, eso no nos hace peores personas. Sólo curiosas. Lo que nos hace malas personas es lo que ganamos (o no) con ese sufrimiento ajeno. Sé curioso.
Jimmy Olano
Por acá tenemos cierto dejo de empatía… Yo leo para conocer las experiencias de los demás… Aunque mi definición favorita de experiencia es «la manera como llama cada quien a sus propios errores». Y tener errores siempre trae consecuencias, os importen o no, y pueden hacerte sufrir, de algún u otro modo. Ergo, SÍ, leemos para conocer del sufrimiento de los demás.
Increíble, no había pensado en eso, ¡ahora tengo la experiencia sobre ello!