No me gustabas tú.
Me gustaba tu nombre.
No me gustabas tú.
Me gustaba tu significado.
El envoltorio te quedaba grande,
torpe, maltratado.
Eras huésped incómoda
en tu propio cuerpo,
sin amor,
sin tregua.
Te escribo en verso
porque lo mereces.
Porque te quise
como se quiere a las estrellas:
sueños imposibles
que siguen brillando
llore,
llueva
o truene.
Nunca te lo dije,
para no molestarte.
Pero merecías que alguien te quisiera.
Y yo lo hice.
En silencio.
Merecías besos tiernos,
pero insistías en que te pegara.
Y cada bofetada
fue un beso encubierto:
dulce
y sin miedo.
Follamos hasta quemar las sábanas,
con nuestros cuerpos rotos dentro.
Nunca hicimos el amor,
porque no querías reconocer
que necesitabas llorar,
más que follar.
Y follamos.
Tanto,
que se nos olvidó llorar.
Luego lloramos.
Vaya si lo hicimos.
En silencio,
y solos.
Mis versos son como nuestro amor,
Verdades que se visten de mentiras.
Sin forma, sin ningún sentido.
Sólo una trinchera rota,
para ocultar la herida.
Una verdad por horas,
en silencio,
escondida,
secreta y muda.
Gracias por traerme el reflejo
de un brillo que creía perdido.
Duró apenas un suspiro,
justo cuando nuestros cuerpos
se rompían sin consuelo.
Nunca leerás esto.
Y es mejor así.
Si supieras que te amé,
mentirte
no habría servido de nada.
Elizabeth
Bello