No sé cuando, pero alguien me debió susurrar la primera verdad de mi existencia cuando todavía no diferenciaba las palabras de los sueños. Cuando todo parecía una canción sin final, dulce y templada. Cuando todavía no había aprendido a fijar la vista en nada y todo me parecía estar a la misma distancia: los barrotes de mi cuna y la sonrisa de mi madre.
No recuerdo quién fue el que me susurró aquellas palabras malditas: “Eres especial”. Palabras que me siguen acompañando hasta hoy. Palabras saladas, que sirven para echárselas a la vida. Si te pasas, puedes echar a perder cualquier cosa y provocar dolor y lágrimas, según donde caigan. Un salero en un manicomio debe ser peligrosísimo, igual que en manos de un sádico. Qué puedo decir de un arma mortífera como el creerse especial sin saber uno por qué lo es.
Y así, transitando de búsqueda en búsqueda, pasé parte de mi infancia como un bicho raro, intentando descubrir en qué consistía aquello de ser especial. Ni siquiera sabía cuál era la pregunta correcta: ¿en qué era yo especial?, empezaba a intuir que había otra peor aun ¿por qué?. Gracias a dios, todavía no podía arañar el sentido de la más terrible de todas ¿para qué?
Durante muchos años soñaba que mis padres verdaderos habían sido reyes exiliados. También pensé que podía ser futbolista, o músico, pero no era capaz ni siquiera de pasar balones a mi sombra, y el sonido de mi voz en tres semitonos consecutivos me hacía querer huir de mí mismo. No, mis padres no tenían sangre azul y eran los que eran, imperfectos y ajenos, ajenos a todas mis sospechas. Tampoco ayudaba el colegio, donde ser especial significaba ser un bicho raro. Me habían dicho que era especial, no que fuera un bicho raro, pero en aquella época mi mente no alcanzaba a ver la trampa lógica de un sofisma que se autoengañaba. Raro o no, seguía buscando aquello en lo que era especial y descubrí que fuera lo que fuera, hacía incómoda mi presencia a los demás. Cuando llegué a la época en que podía soñar con tener superpoderes ya había probado a volar sin éxito desde hacía tiempo, y leer las mentes de los demás me daba todavía más repelús que los cienpiés.
Ellos tampoco parecían saber qué tenía. Ellos, grandes o mayores. Unos me miraban esquivos, sabiendo que no merecía la pena intentar atrapar un pez con las manos desnudas en un río de agua helada. Otros me miraban de frente, hasta esquivar la mirada, incómodos por algo que no entendían. No parecía encontrar a nadie que pudiera ayudarme. Hasta que la encontré a ella, como todo en mi vida, el destino la puso en mi camino. Paula fué la primera persona que navegó en mi mirada y abrió las puertas y ventanas de mi interior al mundo. Todavía recuerdo la sensación de no tener que explicar nada a nadie ni con la mirada, ni menos aún con las palabras, sólo con risas y juegos. Ella fue la primera que me tocó con manos de niña. La primera que me trató como lo que era, un niño especial.
Claro que ella, también lo era.
Y entonces descubrí que no estaba solo, que había otros niños especiales como yo. Cada uno teníamos nuestra propia marca. Lo supe mucho después, por que las marcas visibles dejan un patrón. Todos habíamos sufrido y habríamos de sufrir mucho más, pero sabíamos que éramos especiales, y lo que es mejor, podíamos reconocernos mutuamente sin mucho esfuerzo, solo había que quedarse callado y mirar a los ojos hasta sentir un calor en el interior. A veces ese calor se convertía en una explosión o un huracán. Pero a diferencia de los demás, nosotros no apartábamos la mirada, sentíamos la necesidad de bucear en aquel océano desconocido de aguas calientes y de olas monstruosas. Ahora ya soy capaz de percibirlo a mi alrededor: seres especiales, cientos de ellos. Ahora puedo ver cosas que otros no ven, a veces incluso lo percibo en una fotografía. Almas atrapadas en una foto, mezcladas en tres colores y dos dimensiones. Almas vivas tras el papel,. También soy capaz de leer detrás de las líneas escondidas debajo de un renglón traicionero, pidiendo auxilio o llamando a un orgía salvaje de libertad. Somos muchos y los que sobrevivimos a nuestra juventud más o menos enteros hemos aprendido a no desvelar nuestro secreto sin un propósito.
Con el tiempo, aprendí que no todos somos iguales. Cada uno de nosotros tiene una habilidad diferente, la mayoría tarda mucho tiempo en entender su don, aquello que lo hace especial, por que esa búsqueda a ciegas implica un fracaso tras otro, y no todos tienen fuerza para levantarse una y otra vez del suelo. Muchos se quedan en el camino, rotos y vacíos por dentro, con su talento perdido para siempre en mil pedazos entre el polvo.
A algunos nos gusta llevar gafas de sol, por que sabemos que provocamos incomodidad a los demás cuando miramos de la forma en que miramos. Otros llevan gafas de sol para que no les reconozcan, a fin de cuentas, una vez que hemos entendido para qué estamos en este mundo, nos hace peligrosos. Magos, ladrones, artistas, guerreros, sacerdotes y sanadores. Todos tenemos una cosa en común: somos especiales. Es una virtud sucia, incómoda, de la que sacamos provecho y que se purga en esta sociedad.
Quizás te consideres un bicho raro, pero quizás… quizás seas especial y nadie te lo había dicho.
Raylex
“M.
Me parece que es una percepción que puede caer rápidamente en el error. Porque sentirse especial, sentirse un bicho raro, es una forma de sentirse superior al resto de la norma. Cuidado con eso.”
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Saludos!, solo un matiz:
Somos un disparo cuya trayectoria no controlamos.
Igual que no controlamos el color de los ojos, tampoco el talento.
El equilibrio es lo más difícil:
No hay motivos para sentirse superior, pero tampoco hay que vivir acomplejado.
Avedon
Que maravilla eso que me cuentas Raylex. Pasa más de lo que creemos, o podría pasar, si realmente miráramos a los ojos como sabemos mirar. Gracias por los adjetivos adicionales, singular y único me encantan y me los dejé fuera con las prisas.
Raylex
¿Dónde hay que apuntarse?
Cuando a mí me dicen que soy raro,
contesto que ya estoy acostumbrado.
Lo dicen como si fuera algo malo, pero…
Raro, además de especial, tiene otras tantas palabras que son positivas: único, insólito, inusual, curioso, singular, …
Además, los bichos raros se reconocen entre ellos.
Me hice amigo de una mujer mayor, de buena posición, y de planetas diferentes. Simplemente la vi mientras ella atendía visitas y yo hacia cola a varios metros de distancia. Así a vuela pluma, escribí un poema (por entonces era capaz) no sabía que terminaría hablando con ella ese día, y mucho menos que ella no solo leería ese poema sino la mayoría de los que hice después. Y hasta hoy, los tiene en su caja fuerte.
Fui capaz de verla y ella no apartó la mirada. No hemos compartido nada más que pensamientos, palabras, alguna comida y cafés. Pero su mente y la mía siempre han estado conectadas.
M.
Me parece que es una percepción que puede caer rápidamente en el error. Porque sentirse especial, sentirse un bicho raro, es una forma de sentirse superior al resto de la norma.
Cuidado con eso.
Avedon
Si, coincido contigo, a veces nos sentimos superiores al resto… y otras inferiores. La diferencia está ahi, para bien y para mal, por eso es tan importante saber jugar las cartas que te tocan. Si te toca un as hay que saber jugar con él también. A ganar.
Miguel Barrios Payares
Tienes mucha razón en eso de que si te dicen que eres especial, al menos deberían decirte en qué, pues darle respuesta a los cuestionamientos que surjen de ahí es todo un lío.
Qué agradable texto.
Avedon
Nadie viene con manual de instrucciones… ¡como para encontrar el de otro! Gracias Miguel.
pepe
Aunque esta sociedad se esté empeñando en hacernos réplicas humanas exactas salidas de una misma serie de montaje, existe la creencia de que todos somos el mejor del mundo en algo, aunque ese algo sea tan malo como admirable. A mí me gustaría a ser el mejor del mundo en no ser el mejor del mundo en nada; ser como ese bicho raro que es bicho raro por no tener ninguna rareza propia de dicho bicho, aunque claro, ¿quién no querría ser tan especial?
Me alegra leerte otra vez, Nicholas, espero que todo vuelva a la normalidad distópica del día día anterior, o por lo menos que nos acostumbremos a esta pronto.
Un saludo.
Avedon
Lo triste es que solo somos un subproducto de todos los que han vivido antes que nosotros. Eso tiene muchas cosas buenas si sabes apreciar y utilizar la experiencia de otros que pasaron por lo mismo que tú. Saber vivir y ser feliz tiene necesariamente un componente de renuncia, sobre todo a ese ego primario de “querer ser el mejor” o “ser original”. Gracias por leerme Pepe. Nos vemos en el siguiente :)
Jimmy Olano
Todos somos únicos y únicas, de una manera u otra, incluso los nacidos gemelos idénticos (y vaya que la gente los considera especiales) con el tiempo tienen gustos y pensamientos diferentes. En mi caso ser miope de nacimiento de verdad que me hizo ser especial, no se que pensaban en la secundaria mis compañeros de clase ¿me iba a quitar los lentes y volar como Supermán acaso? Tal vez eso, o tal vez era otro bicho raro más…
Avedon
Están los yogures de fresa y los yogures de pera con trocitos… ;)