Es el mejor momento,
Sentir, cambiar de nombre tantas cosas
Y olvidar algunas caras
En el cementerio del pasado.
Es el mejor momento,
Reconocer, sentir a veces tanto miedo,
Y entender que justamente
ése es el gesto más valiente.
Y aceptar que no todo es tan fácil
Y que no siempre los huesos
Aguantan el peso,
Reconstrucción.
Es el mejor momento,
Asumir que toda sabiduría y experiencia
No resisten a veces
La fuerza de algunas corrientes.
(«Reconstrucción», por Deluxe)
¿Se puede volver a la inocencia?, me gustaría decir que sí, pero no es la respuesta. No se puede volver a caminar por los caminos que abriste una vez, no se puede volver a sentir lo mismo que la primera vez. No se trata de ver o sentir algo diferente, se trata de descubrir otra forma de sentir, otra forma de ver.
Tampoco se puede olvidar lo que viste o sentiste una vez. No se puede, no podemos matar lo que fuimos. Es parte de nosotros, así que ¿cómo podemos renacer?
Dejándolo todo atrás. No llevándose nada, está ahi, sigue donde lo dejamos, pero ya no forma parte de nosotros. Sí, será siempre un recordatorio constante, pero las cicatrices y los recuerdos forman lo que somos. Por eso hay que buscar otra forma de sentir, hay que cambiar de verdad quiénes somos si queremos renacer. Y eso significa, cambiar, cambiar de verdad.
Hace algo más de un año dejé todo atrás. Casi todo, apenas una mochila y unas maletas, algunos cuadros y unas pocas cajas de cartas de otra vida. Ni siquiera mis libros me acompañaron. Rescaté algunos, los mejores. Lo demás quedó atrás.
Descubrí otra música, otras zapatillas, otros olores, otros paisajes y otras conversaciones. Dejé la ginebra y las flexiones por la mañana. Es imposible dejar todo atrás y tampoco lo intenté, pero cuando uno camina, lo que no está bien anclado se cae y cuando te quieres dar cuenta ya no está. Para llegar a algún sitio hay que caminar, aunque no sepas exactamente dónde vas, especialmente si es un terreno inexplorado.
He dejado de leer. Ya no disfruto con las series. Abandoné los videojuegos y lo confieso, he dejado de escribir. Al cine solo voy a dejar a mis hijos, y a recogerlos y en mi camino ya no están muchos compañeros de viaje que me acompañaron desde niño. Muchos de mis antiguos amigos son ahora como extranjeros cordiales.
Los calcetines de colores quedaron en el fondo de algún cajón y mi mochila tiene tantos agujeros que anidan los pájaros en ella. Me la dejé olvidada bajo un árbol, junto con el sombrero, he dejado de peinarme y ahora miro de cara al sol cada amanecer, rodeado de música y risas infantiles. Al anochecer, cuando el sol se va, mi perra persigue conejos en un lugar entre el pasado y el mañana.
Sé que he estado ausente. Pero estoy volviendo. De otra manera pero estoy volviendo. Todavía no he llegado al final del camino, pero estoy en ello. Si me habéis seguido hasta aquí, tened paciencia, ahora viene la mejor parte. La parte donde ya no quiero esconderme más.
Quizás hasta cambie de nombre también.
Jimmy Olano
Mucho se habla del dilema de quemar o no los puentes que la vida nos coloca y que ya hemos superado. Esta entrada me ha puesto a pensar: ¿QUÉ DE LOS PUENTES QUE LA VIDA MISMA QUEMA Y PENSAMOS QUE SIGUEN ALLÍ INCÓLUMES? No, no mireis atrás, no en este momento no ahora.