Me eduqué como creyente. Os juro que me gustaría tener fe, daría lo que fuera. La fe mueve montañas y las cambia de sitio para que podamos pasar. Casi todo el mundo identifica la fe con la religión, cuando no tiene nada que ver. Tuve la inmensa suerte de haber sido criado a tiempo parcial por un sacerdote cristiano que jamás me habló de su dios, pero eso es otra historia que me reservo para otro momento.
No soy católico, ni siquiera cristiano. Tampoco soy adepto del budismo ni del islam, ni siquiera de la meditación aunque con esta última lo he intentado con ahínco y eso que he tenido momentos de lucidez, sueños vívidos y otras experiencias. También he visto cerca de mí el fervor que se vive en las sectas, y comprobado de primera mano cómo a la gente se le puede desconectar la individualidad al igual que si fuera un interruptor. He visto cosas raras en la gente aunque no he probado tantas drogas como me hubiera gustado en mi juventud. Soy demasiado escéptico para tener fe en nada, ni siquiera en el ser humano.
En lo que sí creo es en la reencarnación. Será que soy muy racional, pero siempre he pensado que la historia de la humanidad es tan repetitiva porque somos una y otra vez los mismos actores cometiendo los mismos fallos, en diferentes cuerpos. Supongo que soy de esos que creen en el karma, en la rueda y en toda esa historia que parece sacada de un texto de Terry Prachett. No lo veo exactamente así, lo mío es más aleatorio, si no como un juego. Dios es un operario aburrido, que pulsa botones y nos asigna vidas sin un porqué. Da igual lo que hagamos, no tendrá repercusión en vidas futuras, o al menos no demasiada, somos producto de una red convolucional cósmica, resultado de muchos intentos de vida, prueba y error en el sentido más literal y aleatorio de la palabra. Poco a poco va quedando un poso, un poso que se puede perder si no hacemos caso de él, si ignoramos nuestra propia alma, nuestros propios sentimientos profundos.
Hay quien tortura animales de niño, hay quien los mima. Hay quien mira curioso a la vida, hay quien se encierra dentro. Tengo hijos y sé que eso no es producto de la educación. Lo sé porque soy observador y veo muchos niños y muchos padres y sé lo rápido que crecen y lo lento que maduran. Su curiosidad innata y diferencial viene condicionada por algo que nadie ve ni puede explicar. Sé que mi hija lleva el alma de un pintor renacentista, no sé cual, y mi hijo murió salvando a alguien pues posee mirada de valiente. Me reta a diario, practicando un papel que lleva dentro, muy dentro.
Estoy seguro de que en otra vida fui prostituta, alguna vez por vocación y otras por necesidad. Poseo esa manera singular de mirar desde lejos, aunque esté cerca. También fui sacerdote y en muchas vidas estuve rodeado de enfermos y de muerte. Probablemente uno de mis oficios fue el de apilar cadáveres en carretillas para tirarlo a fosas comunes en el siglo XVI. Aunque lo que más he sido es soldado, de eso estoy seguro, pero de esos que mueren en el fondo de la batalla, nunca un héroe, rematado bajo un cielo plomizo, al terminar la batalla, empuñando una espada rota llena de promesas. Por eso siempre he dicho que me gustaría morir matando. Estoy seguro de que pocas veces fui un valiente y nunca un príncipe. Debo tener un pasado lleno de malos negocios, de mercader calvo y gordo, lleno de sueños y sífilis. De todo ello saca uno algo, tengo buena puntería y siempre me atrajeron las armas y los negocios. Por eso creo en la rueda, porque se nos da una segunda oportunidad para ser mejores, para aprender y que, para cuando caigamos, podamos sentir algo familiar en el fondo del pozo.
En todo lo que escribo hay un poco de esto. De vidas pasadas. Todos tenemos dentro una gran colección de vidas que nos hacen ser como somos. Algunos creen que es genético, yo creo que son nuestras almas viejas, que como una colección de polizones del más allá, tienden a empujar el vehículo de nuestra consciencia por el camino que ellos conocen. Por eso cuando ves una fotografía de algo que jamás has visto antes en persona te recorre un escalofrío desde el muslo hasta la coronilla. Porque lo conoces y algo dentro de ti te lo hace saber. Tú no, una de tus almas pasadas. La misma razón que hace que cuando conozcas a una persona que no tiene nada de especial sientas que la conoces de algo, que algo os conecta. Quizás fuisteis amantes hace seis siglos o fue la persona que te apuñaló por la espalda después de destruir tu vida. Algunos han sido esclavos, otros tiranos de látigo y verbo. Nadie lo quiere reconocer, pero esto ya lo hemos vivido. Ya hemos estado ahí y sabemos como acabará todo. Los artistas saben hacer eso, pintan con colores que no vemos, pero que nuestras otras vidas vieron. Colores de otro mundo, que reconocemos sin darnos cuenta. Vivimos rodeados de sensaciones para los que no tenemos nombre ni órganos en nuestros cuerpos físicos.
Vivir es redescubrir lo que una vez sentiste, reencontrarte con viejos amigos, amantes y enemigos. Vivir es un viaje circular hacia uno mismo, hacia lo que verdaderamente somos, un grupo irreconciliable de experiencias que nos deberían enseñar algo. Algunas experiencias son tan intensas que no queremos dejarlas escapar. Algunos pobres desdichados reconocen una parte de sus vidas pasadas que fueron mucho mejores que sus patéticos presentes y no quieren dejarlas ir.
Otros viven enganchados intentando reproducir un viejo facsímil de una existencia anterior, sin darse cuenta que a fuerza de repetirla la están degradando, como una fotografía que de tanto fotocopiarla termina siendo una espantosa burla del original.
Otros escondemos preguntas y respuestas entre los renglones, buscando en el proceso algo escondido aún más profundo, para encontrar la combinación exacta que abre la caja fuerte de nuestra vida.
Iñaki
Muchas vidas en esta misma (sin ir muy lejos). Cada situación, un reto. Y en cada reto, un yo distinto.
También en una sola vida la rueda del samsara: si hoy hago lo mismo que ayer, mañana haré lo mismo que hoy.
!Gran artículo!
Jose A. Sánchez
Wooo! Qué interesante este artículo!
La verdad es que ya había pensado en ello. Yo creo que la naturaleza es sabia y usa el reciclaje mejor que nosotros. Y la reencarnación, o símil, es la mejor manera de volver a utilizarnos. Lo que ya no creo es en el karma y otras cuentas a débito que sustituyen a la religión pero no dejan de ser los mismo. Mejora por el castigo y la redención.
Sin embargo, no me había parado a considerar lo que las otras vidas podrían incidir en la actual. Da para pensar y mucho. Esto me va a rondar en la cabeza bastante. ¿Qué fui en otras vidas? Ufff!!!
Puede ser que esto de respuesta a muchos interrogantes que me surgen. O tal vez no! ;)))
Es maravilloso lo que escribes y me encanta tu nuevo enfoque del blog.
Tus confesiones nos hacen pensar en las nuestras.
Felicidades y muchas gracias por compartirlas.
Herbert Murianno
También pasa que las vidas nos quedan cómo un traje desigual, la sisa tira, la pernera encoge y las mangas son cortas. Más que insatisfacción es pura cuestión cosmética.
Jimmy Olano
No son reencarnaciones, son universos paralelos: cuando soñamos o tenemos pesadillas nos conectamos con ellos. Las dimensiones y situaciones son muchísimos, realmente aleatorios. Las matemáticas nos dan apenas un esbozo de ellos: son muchas las dimensiones que aun no conocemos, tal como no sabemos nada de la materia obscura y la energía oscura. Solo sabemos que no sabemos nada.