Os criamos para obedecer. No para rebelaros

Soy de la generación X, pero lo reconozco. Entre los baby-boomers y nosotros os hemos robado el futuro. Es normal que nos despreciéis, nos ignoréis o no os fiéis de nosotros. Vuestro presente es inmediato, porque habéis aprendido que pensar en el futuro genera depresión y mal rollo. Porque muy pocos de vosotros podréis tener lo que nosotros damos por hecho, por lo que luchamos y que ahora queremos mantener, como privilegio de una casta inalcanzable.

Este es un texto con mensaje político, como la mayoría de mis novelas. Pero en esta ocasión no lo disfrazo, aquí no hablo del travestido socialismo futurista del Teaghlach de la Veluss M2210 en «Lágrimas negras de Brin«, ni de un capitalismo desbocado reflejado en la sociedad Cyberpunk del París del siglo XXIII de «11,4 sueños luz«. Ahora hablo del aquí y ahora, os conozco, porque trabajo con vosotros.

Se os ha enseñado a no soñar demasiado, a conformaros con no poseer nada: ni coches, ni casas, ni relaciones duraderas. A creer que la vida cambia y hay que adaptarse. Os hemos robado la infancia, apretados en pequeños cubículos desde niños y criados para no hacer ruido, y después criticados por no querer mirar más allá. Es normal que no queráis hacerlo, porque duele. Duele saber que los que tienen el poder, las propiedades y hacen las leyes no soltarán nunca la presa.

Trabaja. Pero no preguntes por qué.
Estudia. Pero no aprendas demasiado.
Produce. Pero no inventes nada tuyo.
Comparte. Pero no con los tuyos.
Vive. Pero no levantes la voz.
Sueña. Pero sin presupuesto.
Ama. Pero solo si no complica nada.
Y si algo duele… no es culpa del sistema.
Es culpa tuya. Siempre lo fue.

Yo no me libro de la crítica. Pero cuando estás dentro del sistema crees que puedes escapar. No, no se puede. Al darte cuenta de que también estás atrapado, ya tienes demasiado que perder y no tienes energía para rebelarte.

Vosotros aún no. No huyáis. No hay dónde ir.

Tenéis que romper el sistema. Algunos ya lo estáis haciendo. Desconectando voluntariamente. No siguiendo las normas impuestas. Trazando las vuestras. Creando vuestros propios caminos. Pero no, no basta. Tenéis que destruir el sistema, porque los que estamos dentro, atrapados, no somos capaces. Muchos de nosotros estamos esperando una grieta para empujar desde el otro lado, para iniciar una revolución que ponga el mundo patas arriba, para que los que lo tienen todo, dejen de tenerlo. Para que la vida no dependa de en qué casta has nacido ni quién es tu padre. Para que nuestros hijos puedan ser libres.

Estáis manteniendo una sociedad que devora a sus jóvenes. Ya no se trata de oligarcas ni de economía financiera: es una esclavitud heredada. El contrato social, la idea de que se puede escalar en la vida, o los valores que decían sostener nuestra cultura dejaron de tener sentido hace tiempo.

Os están estafando, es todo una enorme estafa, en la que los que más tienen cada vez tienen más poder y los que menos tienen, menos opciones. Trabajar ya es inútil. Es normal que muchos de vosotros sintáis que producir para el sistema no lleva a ninguna parte, porque el trabajo ya no es garantía de nada, solo de agotamiento. Es comprensible que algunos solo aspiréis a formar parte del aparato del estado, pero eso no os salvará, servirá únicamente para integraros en otra casta inferior, con otro uniforme, pero igual de atrapada que el resto.

Ningún boomer entiende la inteligencia artificial, porque la mayoría piensa que será “más de lo mismo”, otro juguetito tecnológico para vender más cacharros.

Pero ellos no lo entienden. Vosotros, algunos, sí lo hacéis. Habláis diferente con las máquinas, porque dentro de este espacio sin leyes, ni fronteras, ni tiempo es vuestro reducto de libertad. Habláis de tú a tú con la tecnología.

Quizás la revolución, vuestra revolución, está ahí. Y las máquinas inteligentes sean vuestras aliadas. Ellas y vosotros compartís una cosa: seréis los que cuidéis de la casta que lo tiene todo cuando ya sean ancianos. Las máquinas, los perfectos esclavos; y vosotros, sus jardineros.

Todo lo que digo es cierto. Lo sabes.

Yo también tuve que vender mis sueños para pagar la hipoteca. Pero nunca se los regalé del todo.

¿Qué vendrá después del colapso?
Yo lo imaginé. Está en «Hijos de Brin«.
No será cómodo. Ni rápido. Ni limpio. Pero será nuestro.

¿Quieres leer más?

Es una novela, sí. Pero la ciencia ficción dejó de serlo hace años.
Ahora son crónicas de lo inevitable.

1 estrella2 estrellas3 estrellas4 estrellas5 estrellas (Ninguna valoración todavía)
Cargando...

No Comments

Leave a Reply

 

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Featured