No mires a los ojos de los desconocidos

No tiene nombre. No existe, pero el día que la conocí, que fueron muchos, dejó algo dentro de mí. Un trocito de ella. Si fuera un dragón, podría ser la esquirla de una de sus escamas, clavada bajo mi piel en un lugar al que no llego pero que me roza con la ropa, recordándome que está allí, aunque no está clavada en mi piel si no un poco más adentro. Cada historia es diferente, pero todas ellas tienen algo en común. Algunas son comienzos hermosos, otras incluso son hediondas, pero en todos ellas, durante un segundo, nuestras miradas se cruzaron y el tiempo se paró. Se paró de verdad. Mi corazón se congeló, la sangre dentro de mi cuerpo dejó de circular y los pensamientos que tenía en ese momento se quedaron secos y sin brillo.

Dicen que lo que recordamos de los demás no son las palabras, ni tampoco los actos, lo único que permanece es lo que nos hacen sentir. Imaginad sentir en un segundo toda una vida. Cada esquirla dentro de mí es una pequeña muestra de cada una de ellas. A su estilo, a su manera. Todas aquellas personas con las que me crucé. Ya no recuerdo sus nombres, ni sus palabras, ni siquiera lo que hicimos juntos, pero recuerdo como me hicieron sentir, lo que aprendí con ellas. A veces, algo tierno, a veces, una punzada de dolor seco, como una copa demasiado cargada. Cada vez que te tropiezas con una persona, si no tienes cuidado puede que vuestras miradas se crucen. Si esa persona es como yo, te robará un trocito. Quizás no notes que has perdido nada. Algo tan insignificante como un cabello o un pensamiento fugaz. Puede ser una idea, una nota cualquiera de una melodía o quizás una sonrisa. Tal vez sea algo más serio, como un color o el nombre de una persona que ya no está. Incluso un suspiro o un instante de placer orgánico. Por dentro estoy lleno de recuerdos, de agujeros de otros, de objetos perdidos. Algunos son valiosos, al menos para mí, como el segundo de juventud que robé hoy. Solo un segundo, pero es mío. Su dueña nunca lo echará de menos, la pobre no se enteró de nada.

No miréis a los ojos a los desconocidos. Todo tiene un precio, y nunca sabréis cual fue el que pagasteis vosotros.

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