Vivimos una distopía, siempre la hemos vivido. Algunas personas empiezan a darse cuenta en estos días extraños de encierro. No escribo desde hace tiempo, porque ¿quién necesita un escritor de distopías en estos momentos? Leo en periódicos nacionales editoriales con planteamientos distópicos mucho mejor que cualquiera de los míos. Cada semana aparece en una revista de prestigio un guión de pesadilla que estoy tentado de copiar para crear un universo oscuro de los míos, pero… ¿para qué?
Así que he decidido, al menos por un tiempo, ser un escritor diferente, uno que hable de cosas hermosas, de esperanza y de la parte brillante del ser humano. Al fin y al cabo, esa fue siempre mi vocación, mostrar la belleza del girasol muerto del desguace. Llevo días escribiendo un cuento infantil para mis hijos, para dejarles algo que perdure en sus recuerdos y para que conserven de mayores un legado real, algo tantigle después de los años. Hay naves espaciales y aventura, en un universo donde todo es posible y no hay sombras ocultas.
En mi rutina de astronauta, los días pasan de corrido, en secuencia perfecta. Hacer la comida, ejercicio, ensuciar, trabajar, lavarse los dientes, limpiar, matar arañas y sacudir mantas. Todo medido para no quedarse parado mirando por la ventana y ver que todo sigue igual, que estamos viviendo en suspenso. Lo que se sea para no pensar que en el fondo, siempre ha sido así. Pero no caeré en la trampa, no. Miro hacia mis portales mágicos, que siguen apareciendo allí donde menos te lo esperas.
Hoy en Twitter, alguien ha mencionado que ya es tarde, y subraya machaconamente que vivimos en un mundo donde todo se puede comprar y vender. Lo hace de manera tan cínica, usando esa combinación de expresiones que todos hemos escuchado alguna vez, y que ha resonado en mis oídos como una campana rota de iglesia. Ha hecho vibrar mi alma, porque he visto en alguna ocasión, como efectivamente, se vendía algo que no se debería poder vender, pero no. No todo está perdido.
Todos lo hemos visto alguna vez. Un proceso rápido e irreversible, apresurado, patético y erróneo. No creo que se pueda hablar de vender algo o comprarlo, en este caso el que lo vende lo destruye para siempre, y el que lo compra, lo roba para poseer un fragmento minúsculo de su valor. La inocencia no se trafica, sólo se consume, como un chute de la droga más espantosa jamás creada. Los adictos a ella han pasado una línea sin retorno. Jamás podrán comprar la inocencia que perdieron, ni compensar la que destruyeron.
He hecho una pequeña lista de cosas que no se pueden vender, y por tanto no se pueden comprar, me dejo muchas, seguro. Os reto a discutirlo conmigo en los comentarios. Podéis elegir: espada, pistola, puños o palabras. Me defiendo con elegancia y maestría en todas las disciplinas.
El amor
Quizás sea el amor lo que más literatura acumula de toda la historia de la humanidad. El amor es tan grande que puede ser infinito, como Dios mismo, o tan pequeño como la sonrisa de un bebé. Hay que ser muy necio, el necio más patético del universo para creer que el verdadero amor se puede comprar o se puede vender. Quizás de toda la lista que sigue a continuación es el más obvio. Si de verdad crees que el amor se puede comprar es que jamás has conocido el amor, lo siento, pero alguien tenía que decírtelo.
La juventud
Cuando pasas de los cuarenta eres demasiado consciente de que el tiempo únicamente fluye en una dirección. Sólo tienes que ver a Madonna para darte cuenta de que no es cuestión de dinero, poder, belleza, o inteligencia. La juventud no se puede comprar. Lo único que puedes hacer es rodearte de gente joven y rezar para que tus ojos no se topen con un espejo. Si crees que por medio de drogas, médicos y deporte puedes engañar al destino es que has leído poco. Este es otro clásico de la literatura.
La amistad
Dicen que Stalin murió con terribles dolores porque ningún médico se atrevía a meterle mano en la mesa de operaciones. Stalin debió ser una de esas personas tan terribles que no tenía amigos. Un verdadero amigo habría preferido que muriera a verle sufrir durante dos días, abierto en canal sobre una mesa de quirófano, sin anestesia ni calmantes.
Podrás comprar palmeros, amiguetes con los que pasarlo bien, pero todos sabemos lo que pasa con los amigos de pega cuando hay problemas serios de verdad. Un buen amigo no se compra, ni a plazos ni a tocateja, de hecho los buenos amigos se hacen cuando todavía todavía no tienes con qué comprar voluntades.
Si piensas que los amigos se pueden comprar, morirás solo.
La confianza
Vale, ir en un cochazo acompañado de alguien muy guapo que te dice cochinadas al oído aumenta tu confianza, si, tienes razón, pero eso es siempre algo muy pasajero. Dura lo que cualquier pasión (ver más abajo al respecto). La verdadera confianza no se compra, se trabaja. La confianza, como casi todo lo de esta lista, nace de un sitio profundo en el centro de tu ser. La confianza que no se viene abajo con cualquier contratiempo, la verdadera confianza, como el amor verdadero, es algo sólido que te sostiene en los momentos difíciles. Con el dinero puedes trabajarla mejor, pero la confianza es el cimiento de tu personalidad, y unos cimientos no se compran de un día para otro. No existen atajos. Puedes engañar a otros, pero nunca a tí mismo. No lo olvides jamás.
La genialidad
Puedes pagar a los mejores maestros del mundo, echarle horas, llorar y sangrar, pero hay límites que no podremos superar jamás. Olvídate de esa chorrada de «el que quiere puede». Los límites existen, afortunadamente. Esta resulta fácil y evidente, pero tenía que nombrarla, porque inconprensiblemente hay estúpidos que siguen negando la existencia de diferencias arbitrarias en el mundo.
La belleza
Olvídate de instagram. Te hablo de algo mucho más cercano a la felicidad pura. A esos momentos que se te quedan grabados en la cabeza y ruegas a dios para que no se pierdan nunca. Esos momentos nunca se planifican, quizás esperas que ocurran, pero no te da tiempo a sacarle una foto y menos con filtros de instagram. Si no puedes planificarlos, no puedes comprarlos. Otra cosa es que te creas que lo que has comprado es lo más hermoso que has visto nunca. Si crees que la belleza verdadera se puede comprar es que has visto poco mundo.
El español tiene algunos adjetivos para mostrar el matiz, no demasiados para mi gusto, pero aún así sirven para demostrar de lo que estoy hablando: lindo, hermoso, bello, bonito, radiante, atractivo, guapo, precioso, mono, adorable…
Hazte una pregunta (pero no me digas la respuesta), ¿cual de esos adjetivos crees que están a tu alcance?, ¿crees que esa belleza que compras/tienes/posees perdurará de alguna manera?, ¿qué crees que pasa después de un tiempo?
La belleza no se puede comprar, es una mariposa, la combinación de cientos de espigas de trigo bailar al compás del viento, una mirada única en unos ojos que ya no existen y que jamás se repetirá. Un susurro, una sensación, un instante. Una vida en unos segundos. Una sensación que sólo se da una vez y que cada vez que la intentas repetir se degenera. Sobre esa necesidad de volver a la belleza primigenia se ha escrito de diferentes maneras en diferentes siglos y siempre termina igual, en el mejor de los casos tiene una palabra: melancolía. Una palabra hermosísima, por cierto.
Toda la belleza está hecha para ser efímera, si no, nos destruiría, porque existiríamos solo para contemplarla hasta morir de hambre o de locura.
La virtud
La virtud solo se paga con virtud, no con billetes. Los que creían que se podía se vieron tarde o temprano traicionados, no lo digo yo, lo dice la historia. Sólo los grandes líderes, llenos de virtud, podían mantener a su lado a personas virtuosas. Igual que no se puede comprar la genialidad, no puedes esperar alimentar al virtuoso a base de billetes. Puedes, como mucho, esperar que un genio se inspire bajo tu protección, aunque le acabe escribiendo una canción o pintando un cuadro a la persona equivocada. Dicho de otro modo, si crees que la virtud se puede comprar sólo con dinero, es que te basta sólo con la punta del iceberg, es decir, no tienes ni idea de en qué consiste la virtud.
El futuro
Es cierto que la mayoría de inversores juegan a apostar a todas las jugadas posibles, y así muchas veces aciertan. Pero esa estrategia no funciona para todo. Si fuera así, los hipódromos, el black jack y la ruleta se habrían extinguido hace tiempo. Huye de aquellos que creen tenerlo todo controlado, porque en el fondo, tienen miedo del futuro.
La pasión
Mi favorita.
Si me has estado leyendo hasta aquí y coincides que ni la genialidad, ni el amor, ni la belleza se pueden comprar, estaremos de acuerdo en que la pasión es algo similar a un rayo. Puedes pagar el billete a un país donde hay tormentas, te puedes mojar y puede que veas caer un rayo, pero nada te garantiza que te caiga encima y si te cae, probablemente no es lo que esperabas que fuera, quizás ni te mate.
Y sin embargo, un buen día, vas andando por la calle, te pilla un chaparrón y zas. Mueres en el acto (o no). La pasión no se puede controlar, ni por supuesto, se puede comprar. ¿Mantener la pasión?, amigo, que poco has leído si crees que la pasión es algo que puedas de alguna manera controlar. La pasión, en el mejor de los casos, te controlará a tí. Si la pasión y la belleza fueran eternas, sería una maldición.
Epílogo
Piensa ahora en ese cínico que arremete contra esos hombres entrados en años que se muestran felices en las redes sociales, acompañados por jovencitas lozanas en bikini. Piensa en lo que dice ese cínico sobre el amor y la belleza. Imagínate como desarrolla en su cabeza el concepto de pasión con esos actores. Quizás crea que la juventud es una moneda, y que la genialidad es un color de pelo. Para él la amistad será un trueque entre virtud y confianza. Con gente así, ten claro que no existe futuro alguno. Huye, huye bien lejos. Huye de los que creen que el dinero puede comprar algo realmente valioso. Ese viejales sabrá que no ha comprado amor ni pasión, pero le vale con el sucedáneo, al menos es más consciente que el que lo critica.
Puede que esos hombres de gris de los que te hablo hayan malvendido su inocencia, su esperanza, su salud, incluso su cordura. No vendas lo que es irremplazable para comprar lo que no se puede comprar o acabarás como ellos.
Sigue buscando la belleza. Siempre existirá, pase lo que pase.
Aqui os dejo algo de belleza, juventud, pasión, confianza y genialidad.
Jimmy Olano
¡Hola! Hoy solo he pasado por aquí buscando un poco de esperanza; escuchando de nuevo la canción de Tyle Childers voy a llamar otra vez a mi hijo biológico primogénito para recordarle que a pesar de estar él desempleado debe mantener su cabeza (y su nariz) siempre en alto.
**Live the best that you can and don’t lie and don’t steal**
¡Que nunca muera la esperanza, que nuestra niñez y candidez sea el faro hasta el último de nuestros días!
Raylex
Hay cosas que no se pueden comprar, por ejemplo, un planeta.
(Vale, no todavía, porque ya compramos el aguan y algunos el aire).
Amor y Amistad,
habrá quien diga que se puede comprar el amor o la amistad. Para mí es como la frase: “hacer el amor”, que es engañosa, porque el amor ya viene hecho y completo. Las cuestiones son: ¿Lo sientes o no? ¿Te lo demuestran o no?. Y lo mismo diría de “hacer amigos” ¿Dónde se fabrican los amigos verdaderos?
La juventud, la belleza,
se diría que van de la mano, durante un tiempo. Pero no puedes comprar juventud, solo retrasar lo inevitable. Y en cuanto a la belleza, no tiene mérito alguno, porque no es una elección =los feos no tienen la culpa, no es una elección y al final, todos feos.
La genialidad, se tiene o no, pero no hay donde comprarla. Tampoco tiene mérito porque igual que la belleza, naces con ella, no es una elección.
Y el futuro,
parece que cada vez está más lejos de nuestro control. No en vano, el tiempo, es de lo más difícil de definir, atrapar… Aunque la «adivinación» mueve millones, como dice Yoda: «El futuro siempre está en movimiento», y a ver quién le lleva la contraria y consigue comprarlo.
Avedon
Odio darle la razon a Yoda :-))), gracias por comentar Raylex!
Jimmy Olano
En estos tiempos duros que corren por el virus rey que trae su propia corona, pues lo mejor es una refrescante «ópera espacial».
La genialidad no tiene precio.
Mauricio Chacon
Coincido contigo Nicholás. Estos no se pueden comprar. Comparto también la idea que estamos viviendo un momento de la historia lleno de angustia, distópico. Ha habido muchos momentos así en el pasado: Sólo por mencionar algunos la segunda guerra mundial, la bomba atómica, la guerra civil española, en fin. Sé que vendrán tiempos mejores y como escritor, atreverse a escribir cosas bellas también es sembrar esperanza.
Avedon
Gracias Mauricio, si, creo que en tiempos malos hay que ser lo mas vital posible si no queremos que nos arrastre el caos.