La niebla

Todos nos creemos especiales, pero caemos, tarde o temprano en los mismos errores. Las mismas repeticiones de errores que miles de personas, antes de nosotros han cometido. ¿Errores?, ritos de paso, destino. Sucesos. Subidones y crisis. Preguntas sin respuesta.

El sol sale todas las mañanas y nos calienta a todos por igual, y sin embargo para unos es una maldición y para otros es algo hermoso, aunque para la mayoría ni siquiera es, porque ni se dan cuenta. Besas a una chica hermosa y por dentro te desgarras. Como el sol, que calienta y condena a muerte a toda la vida. Todo termina tarde o temprano. El placer, el dolor y la magia. Todo termina, muere, se descompone y permite que nuevas raíces crezcan hasta formar una flor. Una flor que será hermosa y que alguien cortará para poseer su belleza, al menos por un tiempo, porque se secará y morirá, una vez más. La belleza es infinita y efímera. Por eso me seduce la niebla, porque lo oculta todo, incluso al sol y a la belleza. Dentro de ella,  estamos a solas con aquello que hemos traído dentro de nosotros.

Cáncer, infarto o sífilis. Puntitos rojos, blancos o morados. Una sombra, un bulto. Una carta, una mirada rara en un rostro conocido. Una palabra nueva o un imbécil en sentido contrario. Que envidia siento de la gente que no ve nada de todo esto, la gente que no busca la inmortalidad, que no busca ni encuentra, simplemente vive. Sin observar, feliz con la simple existencia. Saber que no hay nada mas allá de los sueños no reconforta. La búsqueda se ha convertido en una obsesión, pero ni siquiera esa pulsión enturbia el hecho de saber que encontrar lo que buscamos no aliviará nada. Seguiremos buscando, más adelante, mucho mas adelante, posponiendo la gran pregunta ¿porqué?, ¿para qué? Llevo toda la vida, desde que tengo capacidad de formular preguntas, buscando la misma respuesta.

No hay nada en la razón que merezca la pena. Nada en la arquitectura perfecta de la mente, nada que no sepamos en el fondo. Porque más allá de nuestra propia ignorancia lo sabemos todo y lo vamos descubriendo a trancas y barrancas, y con torpeza. Sólo aquello que no podemos entender y que se escurre ante nuestros sentidos merece la pena. Algunos lo perseguimos ciegamente, mas allá de la niebla. No es el placer, ni el misterio, es la anticipación de un secreto, del desvelar esa gran pregunta. Tras cada orgasmo, vuelve la decepción, lo conocido, el sol poniéndose de nuevo en un ordenado atardecer, matemáticamente probable y estadísticamente cierto. La realidad aceptada. La realidad aplastante de cada día.

Me gustan las tormentas, porque nunca sabes donde van a caer los rayos o como serán. A veces, en una tormenta poderosa, presiento que un rayo partirá la realidad y todo se quedará quieto, flotando ante mí, con las gotas de lluvia suspendidas, temblando y reflejando mi rostro. Lágrimas huérfanas, cuyo destino es volver a repetir lo mismo una y otra vez. Todos lloramos, todos reímos. Todos follamos.

Humo, niebla, rayos y oscuridad. Silencio y oídos sordos. La nada. Añoro la nada, el fin del tiempo. Escuchar la nada sin prisa, contemplando el fin de la realidad y el comienzo anticipado, de otra nueva. Eso es lo que busco. El portal definitivo, sin vuelta atrás. Una nueva realidad, donde no me alcance la comprensión, donde todo sea nuevo y no podamos cometer los mismos errores, donde nadie antes haya experimentado algo similar. Ser único e irrepetible. Ser nada y todo. Vivir sin morir, sin volver, solo hacia delante. Hacia la nada y mas allá.

Odio las sorpresas, porque nunca lo son. Porque todo está inventado. Todo ha sido sentido, especialmente lo hermoso, y sobre todo lo vulgar. Lo limpio y lo rancio, lo gastado y lo caído. La curva que se degrada y el sabor que se disipa y se torna aguado. Todo muere. Nacemos, nos reproducimos y volvemos a morir. Los planetas, los seres humanos y los gatos. Al menos ellos están programados para no pedir mucho, no sentir demasiado y ser dueños de su propia realidad. No miran a los espejos porque saben que nada existe realmente, porque ya ha existido.

Es tentador jugar con reglas ya escritas para ganar el juego. Reglas que llevan escritas milenios, reglas complicadas y caprichosas que pueden llevarnos a trocar sonrisas y calor por lágrimas. Reglas que están ahí y muchos rehúsan aprender. Reglas que llevan a morir, a nacer, y a seguir jugando en la rueda de la vida. Reglas y azar atadas al destino. Un destino que ya está escrito, que no tiene salida. Muerte y resurrección. He muerto tantas veces como las que he vivido, quizás más. Y siempre que miro la niebla, me atrapa. Quisiera perderme y renunciar al juego pero la niebla desaparece siempre tal como se forma, y con ella, el camino hacia el otro lado. Sigo buscando. Sigo buscando en la niebla y en las tormentas ese portal mágico que me lleve fuera de este juego sin fin.

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Comments

  • 5 años agoReply

    Muy interesante y, preciosamente escrito, como siempre.
    A mí también me ha cautivado siempre la niebla. Será porque te aísla del mundo y te hace pensar que estás solo contigo mismo. Sin embargo, es dentro de ella dónde me asaltan las preguntas más importantes y, también, más difíciles, porque son las que me tienen a mí como protagonista. La soledad te hace cuestionártelo todo y, a veces, las respuestas no son todo lo esperanzadoras que quisieras.
    Enhorabuena por el escrito.

  • Raylex

    5 años agoReply

    Lo sé, tengo que dormir más.
    En un Capricho de Goya, reza: «El sueño de la razón produce Monstruos».

  • Raylex

    5 años agoReply

    Muy bueno esto:
    «Dentro de ella (la niebla), nos quedamos a solas con aquello
    que hemos traído dentro de nosotros.».
    Sorry, me ha salido un comentario más largo de lo previsto:
    Hacernos preguntas es la prueba de que no lo sabemos todo
    y de que algo todavía puede sorprendernos.
    Aunque, creo que las respuestas necesarias para llegar a «esa otra orilla» sí que están.
    Porque «creo» que las respuestas están atadas a las preguntas que podamos formular igual = que una máquina expendedora está atada a dar el producto elegido siempre que sepamos su código y paguemos el precio. Y lo creo porque: No hay un pájaro sin su cielo, ni un pez sin su agua correspondiente. Tenemos hoy día muchísimo (si no todo, el) conocimiento acumulado y facilidad para contrastarlo pero también sobreabunda la bazofia y por eso es difícil dar con las respuestas. Por eso «creo» que las respuestas están, otra cosa es que uno llegue a conocerlas (la vida es corta).
    Por otra parte, no estoy de acuerdo con:
    «Que envidia siento de la gente que no ve nada de todo esto, …que… simplemente vive. Sin observar, feliz con la simple existencia.»
    Esa gente está muerta en su cerebro. Tienen cerebro de pez que le alcanza para a nadar de izquierda a derecha en «su pecera», sin ninguna inquietud. Los que estamos vivos sabemos que vivir nos cuesta la vida y que solo tenemos una vida para pagar. ¡Ok, pues hagamos que merezca la pena! o «Carpe Diem» que diría el profesor John Keating (El Club de los Poetas Muertos)

    • 5 años agoReply

      Gracias por pasarte y comentar. Realmente no sé que contestarte, cuando escribí esto, intentaba romper con toda lógica, mi lado fuerte, y explorar otra forma de expresión. En lo personal, no es que no crea que haya respuestas, es que hay demasiadas y muchas de ellas contradictorias e incluso enemigas unas de otras.

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