La niebla estaba allí. Me llamaba de alguna manera secreta y silenciosa que provocaba en mí una sensación antigua y olvidada. Ese cosquilleo en el estómago que tenemos escondido en el fondo de nuestras memorias, algo peligroso y arcano cuyo nombre se olvidó. Nos dijeron que tuviéramos cuidado, pero teníamos tanto miedo que no recordamos quién era la bestia o qué aspecto tenía. Nos dijeron que no nos fiáramos de nuestros sentidos, especialmente la vista o el oído, y en la niebla, nada se ve, ni nada se escucha.
La niebla, silenciosa y omnipresente, oculta lo real y lo envuelve en un sueño. La niebla que he soñado tantas veces, y que tantas veces me ha fascinado por las mañanas y los atardeceres. En mis visiones de la niebla, una gran loba blanca me espera dentro para devorarme. Sé que me espera desde hace mucho tiempo, la gran loba blanca de las historias antiguas, la gran loba que se lleva a su víctima otro mundo tras un pacto de sangre.
Esta mañana la niebla vino a mí, esa niebla que puebla mis noches. Mis sueños y mis insomnios estaba allí, entre las cosas, el todo y la nada. Esa niebla que viene, aparece y se va. Todos le tienen miedo, la evitan o la ignoran, pero yo siempre tuve curiosidad. La niebla y lo que hay dentro me espera desde hace mucho tiempo, antes de que supiera lo que significaba.
Ahora lo sé. Allí, escondida, la loba espera a todos los que son valientes para mirarla de cerca, para ignorar sus terribles ojos, sus afilados colmillos y su terrible figura. La loba eterna, la bestia que reclama tu alma, tu cuerpo y tu sangre. Lo quiere todo y no está dispuesta a perdonar ninguna cobardía, ninguna mentira. Allí espera, inmortal, eterna. Será esta vida o la siguiente. No tiene prisa, es la única habitante de la niebla, un paraje donde la realidad es gris y vacía. Ella es la puerta al otro mundo, fuera de esta realidad.
La bestia que acecha en la nada gris. Las canciones viejas hablaban de ella cuando ya era eterna. La bestia que vivía en la nada. Una gran loba silenciosa que no aúlla. Sus ojos, casi blancos saben desde siempre quién eres. No te juzga, sólo te observa. No puedes esconder nada en su mirada. Su olfato busca corazones abiertos y sudor sincero. Te espera desde siempre, hasta que entiendas. Hasta que vayas en su busca a por tu destino.
En mis sueños, siempre tuve miedo, pero hoy no. Voy a desnudarme y dejar que me devore hasta dejar de existir. Quiero ir más allá, a ese mundo que parece gris. Los sueños me hablaron de ella. Imágenes sin sentido, sonidos y sensaciones que no existen, pero que se repiten. Símbolos y señales aquí y allá que parecen no tener sentido en el mundo real. Vivimos rodeados de pistas. Los sueños son sólo pequeños retazos de la existencia auténtica, eso que hay más allá de la niebla. Nuestra alma, atrapada en esto que llamamos existencia, susurra como puede a nuestra consciencia dormida en eso que llamamos sueños.
Toda la vida estuvo ahí, esperándome. Ahora he entendido. Un compromiso de sangre. No hay término medio, lo quiere todo. Todo. Absolutamente todo.
Devórame loba blanca. Quiero ser tuyo, para siempre. Quiero vivir en la niebla, donde todo es gris y no existe nadie. Quiero vivir al otro lado, donde todos los sentidos brillan y no hay más sueños. Ni más niebla, ni más bestias.
Devórame. Soy tuyo. Llévame contigo al otro lado.
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