Pensé en escribir esto para mis hijos, pero no, lo escribiré para mi yo de mañana. Por si se me olvida. Un mensaje en una botella, protegido para que algún día lo encuentres. Tú, mi yo de mañana o alguno de mis hijos. Quizás no te diga nada, o quizás sea lo que necesites en el momento preciso. Quizás sea otro texto bienintencionado más aunque poco afilado. De esos que tanto leemos a diario. Pero es mío, si eso significa algo.
Eres un egoísta. Sí. El tiempo pasa y lo que queda de ti son tus actos. Ni siquiera eso, en la mayoría de los casos solo quedan los recuerdos de tus actos. Nada más que eso y las fotos que puedan salvarse del tiempo. Podrás salir peinado en las fotos, pero los recuerdos quedarán tal como estén en la memoria.
Cuando era pequeño pensaba que mi padre debía ser un príncipe desterrado y que algún día todo volvería a ser como debía. Jugaba al fútbol contra la pared, solo, y pensaba que en cualquier momento me encontraría un agente para hacerme una estrella. Supongo que a todos nos pasa lo mismo, vivimos esperando a que alguien se dé cuenta, a que alguien nos cambie la vida. Mi padre me estaba cambiando la vida cada día, pero yo no me daba cuenta. Igual que no he sido consciente de que cada hora que paso con mis hijos, presenta un cúmulo de posibilidades para ellos (o no). Siento haberme dado cuenta tan tarde de que una verdad tan simple: Y también puedo cambiar la vida a los demás. Habrá sucedido innumerables veces. ¿Tú te has dado cuenta?
Siento haber sido tan ciego de no ver que tenemos el poder de influir en la vida de los demás, a veces para mal. Siento haber pasado por esta vida pisando el césped sin mirar. No sirve de nada pensar que fue sin querer, que no me daba cuenta. Tampoco sirven esas palabras bonitas, ese abrazo o ese beso de rutina para mitigar la confusión del daño por omisión de auxilio, o por el golpe fortuito a la carrera. Estar ausente debería ser delito para quien dice vivir. Da igual que estés de viaje en el pasado o en el futuro, si estás, estás en el presente. Este es un consejo, para mí, para ti o para ellos: si quieres tener un futuro, vive el presente, y hazte cargo de las consecuencias de tu presencia. No esperes que los demás arreglen tu vida, quizás puedas ayudar a los demás con la suya, pero primero hazte cargo de la tuya.
Aún no es tarde. Espero que algún día un nieto me pregunte en qué pensaba cuando escribía este texto. Le diré que mi hijo M. jugaba al Minecraft a mi lado y no le hacía ni caso. Pero sí que se lo hago, está hablando con la vaca Moo. Este fin de semana le escribiré un cuento donde salga la vaca Moo. No le cambiará la vida ahora, pero quién sabe qué hará con ese conocimiento el día de mañana. Yo siempre que escucho Chopin me acuerdo de mi padre. Él pensaría que no le entendía, que no le hacía ni caso, que igual tenía que ponerme a los Ramones que era lo que se llevaba, pero lo cierto es que yo solo quería estar con él y descubrir el mundo a su lado, lleno de notas de piano flotando entre el humo de su cigarro. Eso lo sé ahora, de niño todo era confusión y tiempo sin ritmo ni fin. Eso pasa con otras personas todos los días, no tienen por qué ser tus hijos o tu madre octogenaria. Solo personas. Cada palabra afecta de una manera diferente, al igual que unas personas te parecen hermosas y otras no tanto.
Ser egoísta es ignorar eso. Todos somos egoístas, y es triste, porque no se trata de regalar nada, solo de ser conscientes de lo que quitamos, ni siquiera de lo que damos. Lo que quitamos por no estar, por no ser. Por no tener la valentía de esperar a que nos devuelvan la mirada. A veces descubres, cuando es muy tarde, que la otra persona te tendía la mano, pero que tú tenías prisa.
J., si me lees desde el cielo (o el infierno) lo sabrás. Lo siento, no me di cuenta entonces, era un estúpido, un niño ciego y torpe. Tan egoísta que buscaba un príncipe o un milagro en cada esquina. Seguro que tú también te arrepientes, allá donde estés de todo lo que (no) hiciste. Es una lástima porque ahora nos hubiéramos llevado muy bien. De haber sido más generosos podríamos haber aprendido mucho el uno del otro y seguro que a ti también te gustaba aprender, como a mí. Lo intentaste a tu manera, pero no bastó. Podríamos haber disfrutado tanto el uno del otro… qué pena haber sido tan egoístas, tú a tu modo, y yo al mío. Lloré en tu funeral, eso fue sincero. Perderte cuando ya casi había empezado a entender de qué va esto, justo cuando empezaba lo bueno. Al final me queda el excel, lo primero que me enseñaste, lo que ahora uso cada día. Me hubiera gustado decírtelo, pero soy tan egoísta que me lo quedé para mí.
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