Caigo mal a la gente

Qué fácil es eso de ser uno mismo y de hacer lo contrario. Qué cómodo es jugar a juegos de otros, intentar subirse al tren en marcha o esperar que las piezas encajen a fuerza de manosearlas. Durante muchos años me lo he ocultado a mí mismo y lo he tapado como quien se pone desodorante por las mañanas. Con el tiempo, el precio de hacerlo me ha pasado factura y ahora me toca asumirlo todo de golpe. Es una verdad áspera. Es difícil empezar a vivir sin máscara, sin desodorante ni aletas. Ahora duermo desnudo sobre sábanas de algodón del bueno. Y cuando digo desnudo, digo desnudo de verdad. Ahora mis sueños son completos, como cuando era niño. Me hablan y los recuerdo. Cada mañana tengo recuerdos nuevos del otro lado. Vuelvo a vivir allí por las noches. He vuelto al mismo lugar del que me fui hace tanto tiempo.

No vengo aquí a hablar de mis problemas, vengo a gritar al viento. Soy de esas personas que ha aprendido a ser otro. Pero hay que ver cómo agota vivir en el mar cuando eres un pájaro; aunque aprendas a respirar el agua debajo de las conchas de los moluscos, aunque te escapes por las noches a dar una vuelta y a espirar a escondidas. Qué duro es ser un bicho sin especie que mira las estrellas preguntándose si habrá una raza de seres como él al otro lado del universo.

Como para no creer en el destino, en los espíritus, en los dioses y en los astros ¿en qué mierda vamos a creer?, ¿en las personas?, ¿en las leyes? Ya solo puedo creer en cosas no tangibles, fuera del alcance del ser humano. El destino me trajo el amor, el destino me lo puede quitar, pero no los hombres y sus costumbres. Caigo mal. Sí, ¿y qué?, el día que conocí a mi amor, nos caímos mal. Hasta discutimos, ella me pareció una estrella de rock, una diva. Estaba tan segura de sí misma que me obligó a decir lo que pensaba de verdad.

Siempre quise ser una estrella de rock, pero no por lo que la gente cree. Una estrella de las que están clavadas en el cielo, en otra galaxia. Las otras estrellas de rock son farsantes que ruedan en otra rueda de hámster diferente al resto, nada más. Ella es de otra galaxia, la suya propia, pero me enseñó a desnudarme, de verdad.

Durante muchos años he intentado conectar con la gente y siempre he fracasado de una u otra manera. Sé que tengo rasgos autistas, pero tampoco es la explicación. Las estrellas están en el cielo, los peces en el mar. ¿Por qué esa necesidad de buscar estrellas de mar?, ¿por qué zambullirse en el océano con lo hermoso que es ver cómo se rompe una y otra vez en las rocas?

Quizás te pase a ti, que pasas por aquí de vez en cuando a ver de qué hablo. Quizás tú también seas de otra especie, y te pase lo que a mí, que te empeñas en encajar, en ser parte de un grupo que no te reconoce y que te acepta a regañadientes. Prueba a quitarte la máscara, prueba a irte sin más, y asumir que nadie espera que vuelvas. Prueba a llegar sin esperar nada, a ser esa persona incómoda que se siente confortable con el silencio de los demás. La verdad es esa perla que se confunde con las piedras y la arena en el lecho marino. Tarde o temprano alguien la encuentra.

Tenía una venda en los ojos. Yo me la puse. Yo me la he quitado. Ha sido mucho más fácil de lo que pensaba. Prueba a hacerlo; a dejar de beber, a dejar de tomar esas pastillas, a dejar de callarte, a dejar de tener miedo, a dejar de hacer lo mismo todas las mañanas. Deja de mentirte a ti mismo y renuncia a todo lo que se supone debería pasar.

Coge este tren, nunca pasará de nuevo.

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Comments

  • Jimmy Olano

    3 meses agoReply

    Ayer fui a ver la peli «Beetlejuice Beetlejuice» e iba cruzando la pasarela peatonal para salvar la peligrosa autopista que me separa del centro comercial y el cine en su interior. Yo iba bien emocionado y recordando la primera parte la cual también pude ver en estreno en la sala de cine en el año ¿1989? y, sin yo querer, ya iba caminando de cerca a una señora que sintió mis pisadas, se volteó y se asustó mucho, por lo que me aparté todo lo que pude en la estrecha vía. Eso me «despertó» de mis pensamientos y me sucede con frecuencia: *sin proponerme en ello, yo asusto a la gente* (incluso una vez al instructor del gimnasio le grité que habían dejado un móvil en una máquina de pesas y _el señor se asustó primero y luego se molestó diciendo que a él nadie lo grita,_ IMAGINAD si yo de verdad hubiera estado molesto de veras).

    Mi punto es: caerle mal a la gente es menos grave, creo yo, que asustar (sin malicia alguna) a la gente. Aunque lo olvido con frecuencia, me esfuerzo en saludar de lejos o advertir de alguna manera a desconocidos y desconocidas a medida que yo me voy acercando, «los preparo, pues, para el encontronazo».

    • 3 meses agoReply

      Así es Jimmy. La sensibilidad tiene muchas escalas, y no me refiero a números.

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