Hasta la persona más pacífica tiene en su interior un resorte que hace que pueda matar una persona cara a cara, mirándola a los ojos. Todos tenemos ese resorte. Pero no hay que ir tan lejos, no es necesario matar a alguien para acariciar el otro lado. Yo lo llamo así. Un amigo actor me lo confesó una vez «me gusta probar lo que hay al otro lado». En ciertas ocasiones se travestía de mala persona y saboreaba lo que se sentía en territorio inexplorado. Tenía tres hijos y una carrera profesional totalmente alejada del teatro. Sospecho que el otro lado era para él su forma sutil de soñar con otra vida. Pero aquella experiencia me sirvió para entender que en la vida podemos encontrarnos al otro lado sin darnos cuenta. De un día para otro.
Confiésalo, seguro que alguna vez has deseado saber que se experimenta al hacer ciertas cosas que consideras reprobables. Muchas personas niegan esto en público. Cuando ocurre, porque amigo, siempre ocurre, aluden a que habían bebido o que no eran ellos. Mentira. Nadie hace nada que no quiera hacer, ni la primera vez ni la segunda. ¿Dónde esta la diferencia entre ser travieso y superar límites que no tienen vuelta atrás?, ¿que te pillen?, ¿que no lo puedas olvidar?, ¿que quieras más?, ¿que te guste?
Como dije en otros textos que escribí hace años, puede ser peor una buena persona intentando hacer el bien que un desgraciado lleno de amargura que hace el mal a sabiendas. Esto es una nueva categoría, que podríamos llamarlo «el gusano que todos llevamos dentro». Tú también tienes uno ¿quieres que hablemos un poco de él?
Sé que ni soy coherente, nunca lo he prentendido ser. Para empezar me escondo detrás de un pseudónimo. La gran ventaja de escribir, y más si lo haces con pseudónimo es que puedo saltarme esa coherencia. Puedo ser amante de los animales y cazarlos con saña, sean jabalís, perdices o ardillas. Avedon es mucho más que lo que escribe. En un relato todo se puede arreglar. ¿Todo se puede arreglar?, la literatura suele hablar de eso. De como arreglar un muerto, una infidelidad, una mentira sin vuelta atrás o una traición.
La vida a veces nos da trozos de nuestra propia existencia pasada, o quizás futura. Vidas paralelas. Vidas que no podemos aceptar porque no encajan en el presente. A quién no le ha pasado alguna vez tener un largo deja-vu de una situación que habría vivido en otro lugar, en otro momento. Algo familiar, algo cierto. No ocurre pero sabes que ha ocurrido -o ocurrirá-, quizás en otra dimensión, pero tan cercana, que parece real. No, el otro lado no tiene porqué ser una película de HBO. No, el otro lado es parte de tí, una parte que a veces confundes con la realidad.
Ser auténtico es fácil, solo tienes que olvidar las repercusiones de cualquiera de tus actos. Te dejas llevar y olvidas absolutamente lo que la gente piense de tí o lo que pueda ocurrir después. Cierras los ojos, los oidos. Cierras tu mente. Sólo escuchas tus entrañas y de dejas llevar, hasta el final. ¿Ese eres tú?, vaya, ¿no es lo que esperabas?
Odio lo mediocre. Odio lo vulgar.
Déjame que en mi mundo esa gente arda hasta desaparecer. Quiero un mundo de raros sin franquicias, sin deudas y llenos de complejos. Gente rara y con taras, incompleta, furiosa, escondida. Harta de callar. La realidad apesta por tanto silencio y tanto grito. Por la gente equivocada que no sabe quién es.
La música no miente. Sigue el ritmo que siente tu alma, sabes cual es aunque te autoengañes. No lo puedes evitar.
Toda la vida estuve esperando con temor a que alguien oscuro y misterioso me corrompiera. Mirando detrás de las esquinas y poniéndome en lo peor detrás de cada sonrisa. Brillos delatores, espejos traidores. Todo junto, persiguiéndome. Tardé años, demasiados años, en darme cuenta que el corruptor, el malo, era yo.
Por eso no venía el diablo, porque está dentro de mí, dentro de tí. Le aburrimos. Que decepción cuando algunos demonios aparecieron en mi vida al fin, vendiendo elixires y éxito por miligramos, humo y sensaciones efímeras, fulanas tontas, negocios absurdos y risas huecas.
Toda la vida teniendo miedo del mal, conteniéndolo en mi interior, y cuando por fin se abre la puerta, harto de esperar, muerto por la curiosidad: no es oscuridad lo que se entra, sino luz. Yo soy la oscuridad. Yo soy el que asombra, escondido tras unas gafas oscuras, de ese mundo, ese jardín alegre y colorido que tanto tiempo he negado. Quiero reír, pero ya no puedo, solo caen lágrimas por tanta belleza frente a mí.
Escribí una novela desde el otro lado ¿quieres conocerla?
¿Eres lo suficientemente especial para ser parte de este nuevo mundo?
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Jose A. Sánchez
Interesantísimo artículo, Nicholas.
Siempre pensamos que el bien nace dentro de nosotros y el mal viene influenciado por el exterior; sin embargo, como bien dices, todo está en nuestro interior. Dejar salir a nuestro verdadero yo o, quién pueda o sepa, sacar uno u otro, según el momento y la situación, es un arte al alcance de pocos.
Aquí podríamos entrar en el atractivo género del trastorno disociativo de identidad o la transformación fantástica.
Tu maravilloso libro del Reino es un clarísimo ejemplo de ello. Comparable, según mi apasionada y satisfactoria lectura, a grandes historias como Mr. Hyde, la licantropía o el mismísimo Dorian Gray.
Es un tema que me apasiona y que he podido explorar, dentro de mi humilde afición por la escritura. Aquí un par de ejemplos:
https://jascnet.wordpress.com/2022/06/30/la-liberacion-del-monstruo/
https://jascnet.wordpress.com/2023/07/30/companeros-indeseables/
Un Abrazo, amigo y disculpa que tarde tanto en leer tus artículos.
Avedon
Jose, ¡cuanto tiempo!, gracias por leer y por comentar.