¿Ribera o Rioja?, ¿pastilla roja u azul?

Dicen los que saben de vinos que hay vinos que sólo pueden apreciar aquellos que entienden del tema y han cultivado su paladar.

Aquellos acostumbrados a comer en restaurantes de postín, donde ni ellos saben exactamente que paladean, vienen a decir algo parecido, que hay ciertos gustos y sabores que sólo los que han acostumbrado sus sentidos pueden apreciarlo en su totalidad.

Todavía recuerdo la primera vez que probé un buen vino. Tenía veinti muy pocos añitos y era un perfecto gilipollas que no sabía nada del mundo, como es normal. Había comenzado, como buen adolescente español, por la época de los licores de niñas -martini y derivados-, los alcoholes de machotes -whisky y vodka- y pasado de puntillas por los tradicionales calimochos con diversas mezclas de vino de cartón. Es decir, estaba igual de bregado en bebidas alcohólicas que un pintor de brocha gorda por la técnica de Goya. Con estas me encontré con un marqués de Riscal reserva, de al menos ocho años. Era una comida importante, invitado como delegado de la escuela universitaria. Fiel preludio de lo que sería mi vida profesional, en comilonas con señores importantes y vinos con poesía prostituida en la etiqueta.

Todavía recuerdo esa sensación de calor, de música esponjosa en mi cerebro, derritiéndose hacia mis pelotas, despacio, entorpeciendo la realidad. Si esta metáfora te lleva a hacerte preguntas raras, es que hemos conectado. Sí, van por ahí los tiros.

No se me olvida y han pasado ya muchos años, por que he probado vinos buenos, algunos muy caros, otros muy exclusivos y muchos muy malos y variados. Pero esa sensación no se me olvidará jamás, por más retrogusto, pimiento verde y cuero viejo, por mucho decantador y mucha barrica y bodega.

Lo bueno deja huella, es diferente y sobre todo, provoca emociones. Pueden ser incómodas, como ocurre cuando lees un libro de un autor que no te gusta, porque no alcanzas, porque no te mete, o porque te supera -lo cual me suele pasar- pero sabes que es bueno, que es diferente, que no es “otro más”. Por eso odio todos los elitismos, porque las emociones no se pueden graduar, a no ser que sean falsas, residuales, o tan tenues que quizás son construidas tras una pared de ladrillos lógicos. Lo bueno te zarandea, y lo extraordinario te sacude sin compasión.

Cuando lees un buen libro, escuchas una buena canción o bebes una copa de vino, algo dentro de tí se desparrama, corre sin remedio dentro de tu cuerpo, juguetón. Frío o caliente, pero algo se dispara, no lo puedes evitar, no lo puedes educar.

Por eso me fastidia que se cataloguen a los lectores, a los autores, con etiquetas insidiosas. Los mejores lectores que tengo no son de género, son de “me quedé atrapado”. Ayer me dijeron una de las cosas más bonitas, como escritor, que me han dicho en muchos meses: un amigo que compró “11,4 sueños luz” en papel lo dejó por casa y pasados unos días no lo encontraba. Resultó que se lo cogió su hija de dieciocho años, «¿Lee?» le pregunté. «No, la verdad que no suele», me contestó. Resultó que mi amigo no pudo leerlo, por que su hija empezó a hojearlo y se quedó enganchada.

Espero que sienta lo mismo que yo al escribirlo. Sea bueno o malo, ciencia ficción, psico-thriller, erótico-romántico, space-opera, ciberpunk, da igual. Ella probablemente no sabía que era ciencia ficción, ni qué tipo de personajes había. Pero siguió leyendo, por que sintió algo.

Sigo probando vinos, sin hacer mucho caso de las etiquetas. Cuando me preguntan si “Ribera” o “Rioja” siempre me río, por que parece que nos gustan tanto las etiquetas que no somos capaces de ver más allá. Que dos cosas pueden ser iguales siendo diferentes. Que sólo hay una forma de diferenciarlo: escuchar, sentir y dejarse llevar.

Por si os interesa, mi vino favorito es una inclasificable distopía tinta crecida en suelo de pizarra a casi 900 metros de altura. Está muy rico y no lo he visto en ninguna carta de vinos…

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Comments

  • 7 años agoReply

    “No hay que juzgar un libro por su portada” …ni por su título tampoco. Allí teneis a Julio Verne con su “Paris en el siglo XX” que no se lo quisieron publicar y he aquí que lo leimos más de cien años después, aunque el final no nos guste (ojo que hay quienes les gustó el final, cada quien con sus gustos, no os adelanto nada de la novela).

    • 7 años agoReply

      Verne fue un adelantado a su época, un soñador loco. Siempre ha sido difícil ser escritor, y mas si vas por donde no van los demás. El que no experimenta, o no lo intenta, se quedará siempre detrás de su sombra. Y que conste que a mi Julio Verne no me gusta, pero me quito el sombrero. Seguro que en persona era mucho mas divertido :-)

  • cherokke

    7 años agoReply

    Me siento tan identificado con todo lo que dices… Y como escribes jejeje Los mejores vinos que he probado también iban acompañados de momentos.muy especiales a veces no eran vinos caros a veces si, recuerdo con cariño un vino que la sociedad podría llamar común Enate del 2005, difícil de encontrar ya ahora es suerte o pagar 5 o 6 veces su precio de salida, otro era un pinot noir chileno que compre de escala en el aeropuerto de buenos aires, y un vino emergente de altura boliviano que acompañe con un buen asado en un restaurante de Santa Cruz. Todavía me considero un neófito en cuanto a vinos y es universo muy amplio, además no puedo permitirme guardarlos o coleccionarlos ya que estoy siempre en camino y nunca ningún hogar es definitivo.
    Amigo, un placer leerte, como siempre.

    • 7 años agoReply

      Vaya Johnny, no conocía yo tu cara viajera.

      Mientras uno tenga claro que el universo es amplio todo va bien ;) yo diría que con los vinos pasa como con la literatura, hay gente que se limita a las etiquetas y es cuando la jodemos, porque el mundo es muy amplio y si nos cerramos, nunca nos sorprenderá.

  • 7 años agoReply

    Aquí va mi comentario profano,
    en su tercera acepción (los gringos acostumbran decirlo):
    ¿qué tan cierto es que cualquier vino al agitarlo en licuadora (oxigenado, nitrogenado) mejora su sabor?

    Éste sería un caso de no solo abrirse a nuevas opciones,
    ¡sino de incluso mejorarlas uno mismo, etiquetas apartes!

    • 7 años agoReply

      Los gringos, como siempre, haciendo de gringos. Intentan forzar por la técnica lo que debería ser parte del proceso del placer de tomar vino, y eso es: esperar. Yo de agitar un poco la copa no he pasado, lo de meterlo en una batidora me rompe los esquemas. Seria como inventar una máquina que inyectara a alta presión el vino, pulverizándolo, para luego recogerlo en una copa, ya oxigenado. ¿Puede funcionar?, puede, pero sería como reducir la literatura a una pasta e inyectarla en el cerebro. El proceso es parte del placer, no sólo hay que buscar el resultado final.

      Hay botellas que necesitan ser abiertas una hora (o varias!) antes de beberlas, y decantarlas (es decir, vaciarlas lentamente, o desde la botella o desde un decantador). Es un proceso lento, que debería ser como el proceso del vino, a su ritmo.

      Es como el que se bebe una copa de un trago. No está disfrutando el vino, está bebiendo un líquido con alcohol. Da igual que sea un vino de 300€ la botella o de 2€, es tirar el dinero.

      Yo empecé a disfrutar el vino en yankilandia, pero por que no todos los yankis son iguales, y hay muchos que disfrutan de todo el proceso, y por supuesto, tienen unos medios y un mercado que ya quisiéramos los españoles, y lo más importante, no tienen ningún complejo, sino todo lo contrario, son muy abiertos. Luego, de nuevo en casa, redescubrí la tradición española del vino, pero ampliándola con lo que ví en estados unidos y amigo… que grandes vinos tenemos en España, ¡y qué variedad!

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